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Bella estaba definitivamente instalada en la habitación de Edward en casa de los Cullen. Esa habitación de la que solo había hecho uso para una siesta cuando llegaron a la ciudad.

Edward no se había separado de ella ni un solo segundo. Y tanto Carlisle como Esme se habían mostrado tan cariñosos y atentos que Bella no podía sentirse fuera de lugar. Kate no había aparecido, pero Bella no preguntaba por nada que no fuera su estado. Había determinado no estresarse por aquello que  no estuviera en su mano, todo por su bebé, pero se había dado cuenta que era algo difícil de hacer.

—He hablado con Jasper, y con Jacob. —Edward se sentó en la cama y la cogió de la mano. —Bella apretó la mandíbula. —No te tenses por favor, no es malo lo que te tengo que contar. —Ella se mordió el labio tratando de aligerar la tensión y se forzó a sonreír. — No me voy a ir a Pemba, no hasta que tú te vengas conmigo. Adam va a echar una mano con la escuela de submarinismo a Jacob los días de más cursos, así que me quedo contigo.

—Oh…—Bella se sintió colmada de felicidad. Tener a Edward con ella en esa casa iba a ser lo mejor que le podría pasar, ya que por muy bien que trataran de hacerla sentir, la sensación de estar fuera de lugar era suya, y difícil de erradicar.

—Ahora solo quiero que dejes tu cabezonería y me hagas caso en todo. —Ella asintió radiante, sabiendo que tras la noticia que le acababa de dar era imposible decirle que no a nada. —Voy a contratar a un terapeuta que además es profesor de yoga, y Coach. Jacob me lo recomendó, de hecho, seguro que se ha puesto en contacto con él o ella, antes de que yo le llame. —Bella frunció el ceño y Edward llevó su índice al entrecejo de su chica. —No me reprendas.

—¿Coach?..¿Crees que necesito alguna charla motivacional?—Le preguntó confundida.

—Con Jasper y Jacob he hablado de mucho  más que de negocios. —Edward levantó una ceja y reprimió la sonrisa.

—Ya…—Bella conocía a sus amigos,  su conocimiento sobre lo emocional, y sobre todo cómo lo llevaba ella. No era la primera vez que Jasper le había dicho algo sobre el tema.

Cuando James se fue de la Isla la primera vez, le había insistido en que leyera varios libros sobre el tema, dada la localización de la isla y el difícil acceso a un instructor. Pero estaba tan hundida que lo dejó en la estantería de su habitación, donde lo movían solamente para retirarle el polvo acumulado.

—Opinan que está bien que tengas armas para gestionar tus emociones, así no te dejarás llevar por los pensamientos negativos, que el estar en cama durante tanto tiempo, puede provocar.

—Hacerlo por mi hija puede ser una motivación lo suficientemente fuerte para no dejarme llevar por la depresión…si es eso a lo que te refieres. —Ella misma notó el tono hostil con el pronuncio su advertencia, y se preguntó así misma si no estaría siendo demasiado dura, pero no podía evitarlo.

—Ellos sabían que te ibas a poner así. —Edward se puso serio, estaba avisado, y conocía ligeramente la tenacidad de Bella en cuanto a lo que ella se creía fuerte.

—Ya veo, se están tomado decisiones sin mi aprobación. Todo el mundo opina menos yo. —Hizo un mohín y cruzó los brazos sobre su pecho prominente.

—Bella…—Suplicó Edward—No me lo pongas difícil, yo se que tú te sientes fuerte para afrontar esto, pero es que no ha hecho más que empezar. Los chicos opinan que tu situación desgasta conforme pasa el tiempo…y yo estoy de acuerdo, aunque no supiera mucho de esto la verdad. —Miró hacia otro sitio, se sentía pez en estas situaciones, y los chicos, con su misticismo, le habían echado un cable.

—Los chicos, los chicos… ¿Qué saben ellos de mi fortaleza para afrontar esto?  ¿Acaso ellos han pasado por lo mismo?—Ahora ya era consciente de su cabezonería, pero le molestaba sobremanera que tomara decisiones sin contar con ella.

—Me has dicho que te ibas a dejar mimar. —Y lo que menos quería era sacar a colación su tozudez cuando se empeñó en la historia de James y lo que conllevó.

—Deberías haberme consultado antes de soltarme la bomba de los terapeutas que me vais a poner. Que estoy embarazada, no me he quedado inútil. —Edward resopló y  cerró los ojos, dándose unos segundos.

—Está bien, quizá no he sido muy cauto. Borra la conversación completa. Presiona el botón del reset y empecemos desde cero. —Le miró chistoso y Bella se dio cuenta que no tenía nada que hacer frente a su mirada pilla, en general frente a cualquier mirada suya que fuera dirigida directamente a ella. Además sabía que llevaba razón, solo que tenía algo de ganas de luchar y pelear, y no entendía muy bien por qué.

—Vaaale. —La sonrisa que trataba de reprimir apareció en una de sus comisuras de manera tímida. —Pero ahórrate lo de Adam, vamos a lo que vamos…

—Dios…eres imposible. — Bellas se carcajeó.

—¿Qué te parece si contratamos un terapeuta para evitar que tu estadía en la cama te deje fláccida?

—Fláccida…—Hizo una mueca de asco. —Es una palabra tan fea…

—Bells…

—Que sí, que sí, que de acuerdo. —Apremió Bella. —Acepto fláccida como pérdida de tono muscular ¿no?—Edward asintió de lado dándole la razón con el gesto. —Y me parece bien lo del yoga, supongo que controlar las respiraciones junto con los ejercicios que él crea conveniente estará bien. Me ayudará a relajarme.

—Ya veo por dónde vas. —Edward dijo poniéndose un dedo en la barbilla como si fuera ella la que propusiera todo lo anterior. Bella volvió a soltar una carcajada. —Es cierto, tienes unas ideas brillantes, ahora no puedo esperar a la tercera.

—¿Qué tercera? Con Don Terapeuta—Yóguico tengo suficiente. —Le dijo queda.

—Ya pero…—Inspiró. — Mira, creo que es muy duro pasar tanto tiempo en una cama sin poder moverte apenas, y la mente es muy tirana, por lo tanto… ¿qué pasaría si tuviéramos una persona que englobara a los tres?

—Que sí, que ya, que no he conseguido resetearme del todo. —Pensó en cómo se vino abajo en el hospital, y cómo su culpabilidad le llevaban a un pozo sin fondo. —Que tienes razón, necesitaré a ese hombre con sus tres dones.

—Espero que no sea un hombre. —Dijo algo molesto Edward.

—No puedo creerlo. ¿Celos de que un hombre me trate estando gorda como un mamut y postrada en una cama?

—Pero es que eres un mamut precioso. —Dijo haciendo pucheros.

—Pues lo que sí que no voy a tolerar es que una chica estupenda se pases alegremente por la casa  mientras tú con todo tu sex—appeal y falto de sexo ande dando vueltas por aquí.

—¿Celosa Bella Swan?

—Si. —Hizo un mohín. —Ten en cuenta que por mucho que al chico le gusten los mamuts encantadores, estos no pueden hacer nada, pero tu Edward Cullen…

—Yo, Edward Cullen. —Levantó la mano derecha mientras la izquierda se situaba en el pecho. —Prometo serte fiel, porque en este mundo solo me decanto por las mamás, mamuts, preciosas, tendidas en mi cama, llamadas Isabella Swan. —Su voz solemne y su gesto serio hicieron que Bella comenzara a reírse sin control.

—Espero que sea gay, y se te insinúe constantemente. —Dijo entre risas, Edward abrió los ojos como platos.

Edward bajó al salón cuando Bella se quedó dormida. Tenía planeado no despegarse de ella a menos que se lo pidiera. Entendía que a veces se necesitaba tiempo, pero los primeros días en la casa de sus padres su objetivo era estar con ella lo máximo posible.

Esme y Sofía salieron de la cocina cantando una canción infantil.

—¡Canta tío Ed!—Le apremió la pequeña soltándose de la mano de su abuela.

—Canto mal Sofi, prefiero escucharos a ti y a la abuela. —La cogió en volandas y besó sus mejillas con cariño. — ¿Kate?—Le preguntó a su madre.

No le había visto en todo el día, y sabía que ya no estaba en la cama, hacía unos días que se había recuperado como por arte de magia y había encarrilado su bajón.

—Salió esta mañana temprano y me dijo que vendría a cenar. — Esme acarició los rubios rizos de Sofía mientras la pequeña tarareaba al oído de Edward. Este frunció el ceño. —No tengo ni idea de lo que está haciendo. —Bajó a la niña de sus brazos y la dejó jugando en el suelo del salón. —Tu tío y yo vamos a merendar a la cocina. —Le informó su abuela. Ella quedó satisfecha rodeada de todos los juguetes navideños.

Edward le siguió, apenas habían hablado del tema con todo lo ocurrido a Bella.

Esme sirvió una taza de chocolate caliente y se la puso a su hijo delante, el cual se relamió y evocó recuerdos de sus navidades en casa cuando era niño.

—Estamos muy mimados mamá. —Le sonrió.

—Por supuesto, y lo estaréis mientras yo pueda hacerlo. —Dijo fingiendo ofensa. —Kate se fue a ver a James hace unos días. Traté de convencerla para que Carlisle fuera con ella, ya sabes, evitar que ese desgraciado volviera a convencerla con sus malas artes, aprovechándose de su vulnerabilidad. No quiso, estaba convencida de ir sola, y en serio, no la vi mal. —A Edward no le extrañó. La dependencia de su hermana por ese hombre había quedado demostrada meses atrás. —Pero a su vuelta no contó nada, parecía que iba dispuesta a dejar cosas claras, y ese día cuando se levantó daba la sensación de que nuestra Kate estaba de vuelta pero…

—Sigue estando muy ausente. —Apostilló Edward.

—Si hijo, y a mí me está destrozando. Sofía pregunta mucho por su padre, y Kate apenas pasa tiempo con ella, ni que decir tiene que al no contar nada no le dice nada a la niña. Si al menos supiéramos lo que está pasando por su mente…—Miró a un punto fijo de la encimera y negó hastiada.

—Quizá pueda hablar con ella…—Pensó Edward en voz alta.

La puerta de la calle se abrió y escucharon cómo entraron hasta el salón. La voz de Kate hizo que Esme sonriera, estaba realmente preocupada de lo que su hija hacía fuera de casa, y que llegara no dejaba de ser un alivio.

Entró en la cocina con Sofía en brazos y esta portaba un peluche nuevo.

—Mamá me ha traído un ozo amorozo. —Canturreó la pequeña.

—Vaya, merendando chocolate. — Kate habló y la sonrisa melancólica que se instauró en su boca hizo que su madre y su hermano respondieran en el acto.

—¿No queda chocolate para la tata?—Preguntó Edward sonriéndole ampliamente, si de algo estaba seguro es de que tras las cosas ocurridas iba a tratar por todos los medios de que ella no cayera por el precipicio que estaba empeñada en despeñarse.

—Y mi nieta favorita… ¿quiere chocolate?—Los dos hermanos le miraron como si tuvieran un resorte en el cuello.

—No me extraña que luego esté acelerada mamá…le estás dando tanto azúcar…—Edward se quedó con la frase a medias.

—Como a vosotros a su edad y mira lo guapísimos que habéis salido. Además que este chocolate es sin azúcar añadido. —Esme, rodando los ojos,  se aproximó a su nieta y relevó a Kate para cargarla. —Entonces, una taza para mamá…

—¡Zi!

—Y otra para Sofi.

—¡¡Ziii!!—Gritó la niña.

Edward miró a su hermana y le hizo un gesto para que se sentara a su lado. Está con la vergüenza establecida en su cuerpo se aproximó a él y tomó asiento en el taburete de su derecha. Se miraron por unos largos segundos, y ella mostró el arrepentimiento con sus ojos. No estaba mal para empezar, pensó Edward, y sin más, pasó el brazo por sus hombros, achuchándola con cariño.

Sofía se sentó en una silla un poco más alta que los demás y su abuela le puso delante la taza de chocolate.

—¿Cuál es el reno de la nariz colorada Sofía?—Preguntó Edward sujetando a su hermana con fuerza por los hombros.

—Rudolf. —Dijo queda mientras miraba como su tío apresaba a su madre.

Kate trató de zafarse entre risas de la presa de su hermano, pero este, a pesar de ser el pequeño, era más grande, y la fuerza no era comparable.

—¿Probamos a ver si a mamá le salen cuernos como a él?— Sofía asentía como loca y reía mientras Edward manchó la nariz de su hermana con chocolate.

—Edward…—Esme se le quedó mirando asombrada y rígida.

—¿Qué?—Él se quedó extrañado y soltó Kate, era una broma de cuando eran pequeños, lo que hacía que terminaran en una divertida guerra de chocolate, pero se dio cuenta de su palabras.

Sofía reía a carcajadas viendo a su madre con la nariz llena de chocolate. Kate miro a su madre y hermano de hito en hito, y se encogió de hombros.

—Sigue siendo una broma infantil mamá…—Le dijo tranquilizándola haciendo que la tensión pasara. Aprovechó que Edward estaba aturdido y metió rápidamente un dedo en su chocolate para mancharlo en el moflete con el dulce. — Quizá si te pinto los mofletes te conviertas en un gordo que dice ¡HOHOHO!—Gritó Kate tras su travesura. La pequeña Sofía no dejaba de reír al ver a su tío de esa guisa.

—HoHOHO…—Dijo Edward entrecerrando los ojos y mirando a  su sobrina, la cual rió con más entusiasmo. — Mancharé esa carita bonita con chocolate también. —Se levantó de la silla con el dedo impregnado en chocolate y se acercó a la niña para mancharle la punta de la nariz, la cual cruzó los ojos y se la miró para volver a estallar en risas. Al igual que el resto.

Esme ya relajada tras el momento raro que habían vivido, se quedó mirando la estampa, y se regocijó en ella.

Tras comerse el chocolate y pringarse con él, Kate y Edward subían las escaleras hacia las habitaciones, estaba claro que necesitaban una ducha. Sofía iba de la mano de ambos, jugando mientras alcanzaba un escalón cada vez.

—Ed…—Kate le miró cuando llegaron al descansillo de la gran escalera. — ¿Qué tal está Bella?

Edward se sonrió y le miró agradecido.

—Bien, el problema es que necesita reposo absoluto. Demasiado estrés ha estado a punto de provocarle el parto de manera prematura.

—Me alegro de que esté bien…—Se le notaba que no sabía que decir, pero que lo sentía.

Edward lo notaba, y sin dejar la mano de Sofía se aproximó a su hermana para abrazarla. Se apretaron con ganas, para expresar aquello que ahora todavía no podían decirse. Estaban abriendo la puerta a todo aquello que vendría después. Edward respiró profundo, y notó como su hermana comenzó a temblar a causa del llanto. Enterró su cara en su cuello. Sofía soltó sus manos y se les quedó mirando sin saber qué hacían.

—Lo siento…perdóname…—Susurró contra su piel.

Edward la acunó con su s brazos y le susurró para que se relajara.

—Tranquila ¿vale?, todo va a estar bien. —Sintió como afirmaba con la cabeza. —Prométeme que hablaremos de todo esto, eres mi hermana, te quiero, te necesito, y te necesito entera, al igual que Sofía, y los papás. —Ella afirmó de nuevo con la cabeza mientras estrechaba su abrazo.

La pequeña se abrazó a las piernas de ambos imitándolos y queriendo ser partícipe de lo que estaban haciendo.

—Oz estoy manchando de chocolate. —Dijo metiendo la carita entre sus piernas.

Los dos hermanos rieron y se separaron sin soltarse las manos.

—Te has vuelto un sentimental. —Le dijo Kate con cariño. —Si a mamá le haces esto que me has hecho y le dices que la quieres le vas a tener llorando una semana. —Edward levantó una ceja y le miró.

—Se lo digo por teléfono un montón de veces. —Apuntó lleno de razón.

—Sí, sobre todo desde…—Dejó inconclusa la frase. Era conocedora del cambio de su hermano gracias a su relación con Bella, pero todavía le dolía demasiado aquello, la isla y todo lo que había traído a su matrimonio.

—Lo sé…he dejado de ser un golfo, y esto me ha hecho hacerme más sentimental. No me importa, estoy encantado.

—¿Dónde eztá papá?, tengo que enzeñarle todoz miz juguetes.

Kate y Edward se miraron entre ellos para luego mirar a Sofía que les observaba con un gesto triste. Kate la cogió en brazos y besó su mejilla sucia. Eso iba a ser lo más complicado, se dijo.

—Nos vemos en la cena Ed. —Sonrió a su hermano y se dio la vuelta para dirigirse a su habitación.

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