#39#

Entraron en una casa victoriana de dos pisos donde se encontraron con un enorme árbol de Navidad en el hueco de la escalera, adornado en color champan y unas pequeñas luces que le daban el toque para describirlo como elegante. Diversos adornas por la casa hacían que no perdieras de vista las fechas que se celebraban.

—¿No hay nadie en casa?—Edward ayudó a Bella a retirar su gorro de lana, la bufanda y a abrir su abrigo, desabrochando los botones.

—Puedo yo…—Le susurró nerviosa.

—Tranquila amor, todo va a estar bien, te adoran… —Besó su nariz pero Bella apenas lo sintió, los nervios en su estómago no le dejaban apreciar los gestos de cariño por parte de nadie.

Se escuchaba ruido de gente en la cocina, pero en el salón a diferencia de la chimenea encendida, no se veía ningún otro movimiento.

Edward se deshizo de su abrigo y sus guantes. Dejó las maletas en la puerta y cogió a Bella de la mano, para dirigirse a la puerta de la cocina.

—Te amo, y estoy contigo. En todo. — Depositó un beso casto en sus labios bajo la mirada nerviosa de su chica, que no reacciono al gesto ni a las palabras y abrieron la puerta de la cocina.

La estampa allí era idílica. Sofía, con un jersey de lana verde, estaba sentada en el suelo con un bol manchado de chocolate, metía sus deditos para llevárselos a la boca y por ende a la cara, quedando esta manchada. Kate al lado de su madre, de espaldas a la puerta esparciendo el chocolate por un pastel mientras decoraban con motivos navideños hechos de azúcar, y la música de Navidad sonando alegremente entre los dulces olores de la cocina.

Edward sabía que Kate había retomado el contacto con la familia, Esme no sabía el motivo, pero Edward se hacía una idea, tras lo que Bella le había contado de las varias llamadas entre ella y James.

—Buenos días familia. —Dijo Edward haciendo que las mujeres se volvieran y que Sofía se le quedara mirando como si hubiera visto al mismísimo Papá Noel.

—¡¡Tíoooo!!—Su sobrina, la primera en reaccionar, se abalanzó sobre Edward con las manos abiertas y pringada de chocolate.

Edward sin importarle en absoluto que le pudiera manchar la recibió como merecía, con los brazos abiertos y achuchándola con cariño.

—No os hemos escuchado entrar. — Esme se limpió las manos en un trapo de cocina colgado en su delantal y se acercó a la pareja.

Bella miró la estampa, no le pasó desapercibido el gesto desdeñoso de Kate cuando miró en su dirección. No quería odiarla, al fin y al cabo era una víctima de su marido, pero vio en ese instante que no iba a ser fácil.

—Soy Esme, la mamá de este bribón. —Se acercó a Bella con una sincera y calurosa sonrisa que la reconfortó en el acto. Le besó en las mejillas y se abrazó a ella, sabedora del momento que estaba pasando. —Hijo, te ha puesto perdido. —Besó a Edward en las mejillas quedándose pegada a él durante unos segundos.

—Pensé que no había nadie. —Le dijo Edward sin soltar a Sofía de su regazo.

—Eztamoz haciendo un paztel.

—Kate. —Saludó Edward a su hermana. No se movió de la encimera donde estaba apoyada.

—Edward. —Le devolvió  el saludo, con un tono seco. Esme suspiró audiblemente, no iba a ocultar su disconformidad ante la distancia entre sus hijos.

—Sofía, ella es Bella. —Edward la orientó para que la viera.

—Hola Sofía. —Respondió con una sonrisa en la cara obviando el gesto de desprecio que Kate tenía en su cara en ese momento.

—¿Vaz a tener un bebé como la mamá de Mónica?—Le preguntó curiosa señalándole la barriga.

—Así es. —Le contestó dulcemente.

—Yo le he pedido a miz papáz que me traigan un hermanito por Navidadez. —La tensión en la cocina se hizo más presente que nunca. Bella siguió sonriendo a la niña pero la sinceridad de la sonrisa se fue al traste. Edward se envaró, y Kate se dio la vuelta para seguir con el pastel. — ¿Me dejaraz tocarte la barriga?—Sofía ajena a lo que se vivía en ese momento, rompió el silencio.

—Vamos a dejar que tus tíos se acomoden en la habitación, que vienen de muy lejos. —Esme le habló con cariño y Edward dejó a la niña en el suelo, que se fue hasta donde estaba su madre.

—¿Te haz acordado de pedirle a Papa Noel el hermanito?—Kate le miró un segundo y sonriéndole volvió a su actividad.

—Seguro que estáis cansados, sobre todo tu Bella. —Miró su figura sonriendo y conteniendo las ganas de volver a abrazarla.

Ver así a su hijo, saber que había asentado la cabeza de esta manera, y observar que la chica de la que estaba enamorado y que le iba a dar un hijo era tan pura por su mirada, le tenían encantada.

—Si mamá, subiremos y nos pondremos cómodos. — Esme le tendió una bayeta para que se limpiara los restos de chocolate de Sofía y acto seguido salieron de la cocina.

—¿Estás bien?—Edward preguntó a Bella sabiendo la tensión del momento.

—Podría haber sido peor. — Edward le abrazó y le oriento a las escaleras.

Una vez que la dejó en el baño para que se relajara, bajó a por las maletas al piso inferior, dejándole un tiempo para ella.

A Bella le habría encantado darse un baño caliente y dejarse llevar por la tranquilidad que le proporcionaba el vapor y las sales de baño, pero dado su avanzado embarazo no se lo permitían. Así que, desnuda encendió la ducha y se sentó en un escalón que daba a  la bañera.

El vapor inundó el baño pero no hizo el efecto deseado en ella. Sus nervios habían mermado, la madre de Edward le había demostrado en un simple gesto que no tenía problema alguno con ella, pero la presencia de Kate, la incomodó de una manera absoluta, le hizo sentir que estaba completamente fuera de lugar, que ella no pertenecía ni a esa cas a ni mucho menos a esa familia. Sabía que esa tarde iban a abrir la caja de pandora, había quedado con James, pero no esperaba que Kate y Sofía estuvieran allí desde por la mañana, por otra parte era normal.

Edward entró en el baño y se encontró con Bella pensativa entre el vapor. Se acercó a ella rápidamente. Sentándose a su lado y atrayéndola hacia él.

—Preciosa. —Acarició su mejillas y a ella le llegó el olor a chocolate de sus manos. —Nena. —Ella le miró con una sonrisa, tenía que sentirse afortunada de estar con él, le quería hasta el infinito, y se sentía correspondida como nunca en su vida. —Todo va a estar bien, esta tarde cerramos el círculo y la tensión se irá. Voy a bajar a hablar con mi madre, quiero ponerle en antecedentes, para que sepa lo que va a pasar. —Bella asintió con la mirada perdida. Edward puso un mechón de pelo tras su oreja y besó su frente. — Te quiero. —Le susurró. — Te amo, a ti y a nuestro bebé. Tranquila vida. —Bajo la boca sus labios y le besó, primero suavemente para continuar moviendo sus labios sobre los de Bella, haciendo que ella le respondiera con ansias, no se dio cuenta de cuánto necesitaba un gesto así, hasta que perdida en su aroma, se descubrió sobre el regazo de Edward enredando sus dedos en el pelo de él, y creando una demanda y una declaración de intenciones con ese gesto de amor.

—Te amo. —Le susurró ella contra su boca cuando el beso cedió.

—Y yo Bella. Dúchate, relájate y te prometo que antes de que termines estaré aquí contigo.

—¿De verdad?—Preguntó mimosa. No quería quedarse sola en esa casa, en ningún momento.

—Prometido. —La besó y la liberó. Viendo como ella se metía en la ducha.

Edward entró duchado a la habitación, justo cuando Bella salía del baño enrolladla en una algodonosa  y enorme toalla blanca. Se veía más relajada y Edward sonrió. Él llevaba unos vaqueros gastados y una camiseta negra que dejaba adivinar su cuerpo, el pelo estaba todavía mojado y Bella lo miró sin evitar que sus pensamientos calientes pasaran por su mente.

—Te has duchado.

—En el baño de mis padres, quería que te relajaras. —Le miró con una luz en los ojos que a Bella no le pasó desapercibida.

—Podrías haberte duchado conmigo. —Ese tono era el que Edward esperaba con todas sus ganas. Un tono claro de invitación a su cuerpo.

Bella se acercó a la  cama, se sentó y de manera deliberada dejó caer la toalla quedando sus pechos y su redondez al descubierto.

—Si lo hubiera hecho no te habrías relajado. —Se acercó a ella.

—Hay tensiones que me encantan. —Le dijo en un susurro mientras se echaba crema hidratante en una mano para comenzar a esparcirla de manera suave y lenta por sus pechos y barriga.

—Estamos a tiempo de remediarlo. —Edward se arrodilló en la cama poniéndose a su espalda y cogió el bote de crema, vertió sobre su mano una cantidad similar a una nuez y comenzó a masajearle la espalda. Descendió la cara y la puso a la altura de su oído. —¿Eres consciente de lo que estás haciendo?

Bella no pudo responder, las manos de ese hombre sobre su cuerpo y su voz ronca le privaron de la voz, solo gimió. Sumergirse en las sensaciones que ese hombre le proporcionaba y perder la realidad de vista era algo que en ese momento se tornó más que necesario. Edward continuó extendiendo la crema de manera intencionada por la espalda, recreándose en los costados, zona altamente sensible en Bella.

De los costados pasó a su vientre hinchado y continuó acariciando con sus manos dejándose resbalar por la textura oleosa de la crema. Bella ya estaba con los ojos cerrados y recostada sobre el pecho de Edward. Inspiró profundamente sintiendo un pinchazo de placer en su entrepierna cuando él comenzó a masajear con deleite sus pechos, tocando de manera experta sus pezones, ahora más grandes.

Solo se escuchaban sus respiraciones profundas, y de vez en cuando un gemido bajo sesgaba el ambiente. Edward se acomodó y pasó sus piernas a los lados de Bella, recostándola más sobre él. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo fabuloso por él y su familia, la admiraba, era una mujer fuerte y buena. Lo que había hecho para el bien de su familia no tenía precio. Admiró su belleza tranquila, ahora con los ojos cerrados entregada a sus caricias y sonrió, era suya, y se amaban, sabía que no necesitaba más.

Con las manos continuó acariciando su piel, y observando cómo ella trataba de apretar sus piernas entre sí. Se sonrió y bajó su mano derecha directa a su entrepierna mientras con la otra jugaba con uno de sus pezones.

—Abre las piernas. —Le susurró.

Automáticamente lo hizo, estaba cansada, el viaje, la tensión de la llegada, los nervios por lo que venía, pero Edward la había llevado a un lugar en donde nada de eso existía. Los dedos de Edward se abrieron paso entre sus pliegues a medida que su erección se hacía más notable, pero este momento se lo quería regalar a ella, era conocedor del sueño que invadía su cuerpo tras un orgasmo y era lo que quería, que descansara, además de hacerla gozar. Bella gimió sintiendo como sus dedos hacían perezosos círculos en su clítoris.

—Si  preciosa, disfruta. —La voz ronca de Edward era un complemento a la excitación que estaba viviendo. Deslizó su dedo hasta su entrada y jugó con ella. Bella se movió hacia delante de manera involuntaria, necesitaba más. — Shhh…impaciente…— Acarició sus pechos con deleite y continuó con su tortura en el sur de su cuerpo. No llegó  a penetrarla con sus dedos.

—Edward…—Ronroneó un quejido.

—Lo sé…aguanta un poquito más. — Acarició sus oídos con esa voz que ella adjetivaba como incendiaria.

Edward quería llevarla al límite, quería que gozara, necesitaba ver cómo se derretía en sus brazos, y era conocedor de cómo hacerlo.

Volvió a acariciar su clítoris esta vez con más presión y sin que ella lo esperara le penetró con dos dedos mientras la otra  mano resbalaba por su centro.

Bella gimió pero trató de contenerse, no estaban solos. Edward sintió cómo su orgasmo estaba desatándose en su cuerpo. Aumentó el ritmo y la presión y ella explotó. Sus pechos subían y bajaban en una respiración errática. Su cabeza se apoyó sobre su hombro dejándose caer hacia atrás, y sus mejillas se colorearon.  Edward continuó sus movimientos hasta que la sintió relajarse del todo.

Bella abrió los ojos y le miró con un brillo que a él le provocó un orgullo imposible. Esa mujer lo era todo para él.

La abrazó con ternura mientras se perdía en su perezosa sonrisa y sus tiernos ojos que amenazaban con cerrarse.

—Vas a descansar un rato. —Besó la punta de su nariz y se movió con ella hacia el centro de la cama.

Bella no contestó, se sintió desmadejada y tremendamente cansada. Edward se movió ágil y le abrió la cama para meterla, le dejó un almohadón para colocarlo entre sus piernas, y así  se acomodara. Besó su mejilla sonrojada, salió de la habitación, y  Bella quedó profundamente dormida.

Cuando llegó a la planta de abajo la sonrisa de enamorado se esfumó. Kate le miraba de una manera tan fría que se le heló la sangre.

—No estoy de acuerdo con que ella está aquí, no entiendo porque la has traído.

—Porque es mi mujer. —Dijo seco, odiaba estar así con su hermana, y más después de lo que iba a pasar después de la comida, pero no podía evitar ser cortante ante sus hirientes palabras.

A pesar de que Kate no había visto en la mirada de Bella nada amenazante, tenía la sensación de que no iba a ser bueno juntarla con James. Cuando, él de repente le dijo que debería reconciliarse con su familia de pilló de sorpresa, pero era algo que realmente ansiaba, no le gustaba estar mal con ellos. James no le dio ninguna explicación más que: “son tu familia y te quieren”, y para ella había bastado, ya que, no quería discutir con él, por miedo a perderlo.

Tenía una sensación en el estómago que no le gustaba nada, sabía que James vendría a comer, él había insistido mucho de un mes a esta parte, para que las Navidades las pasaran con la familia de ella, como los años anteriores. No importaba el día que fuera, solían encontrarse en casa de los Cullen a comer o cenar.

Edward apesadumbrado salió hacia el salón y alimentó la chimenea con unos troncos, cogió el periódico y se sentó disfrutando del calor del hogar.

Hacía un rato había hablado con su madre sobre lo que iba a pasar tras la comida, le había detallado el contenido del CD, y lo que había acontecido para llegar a ese punto. Esme se horrorizó, y en un primer momento le pidió que no lo hicieran, pero tras la explicación de Edward de pillarle por sorpresa, se dio cuenta que aunque fuera algo doloroso para su hija, era la única manera de hacerle entrar en razón.

Estaba nervioso, y agradecía que Bella se hubiera quedado dormida tan súbitamente, así no tendría que pensar. Tendrían que pasar la comida fingiendo, y ella haciendo un teatro con James que a él le iba a costar demasiado soportar, pero era lo que habían propuesto, y el fin era lo que buscaban. Por un momento pensó en si todo este estrés que Bella estaba soportando no le pasaría factura, se lo quitó de la cabeza rápido, por ello habían pensado en hacerlo todo el primer día, para que el resto transcurriera con normalidad.

—¡¡Tío Ed!!—Sofía llegó corriendo al salón con las manos y la carita limpia y le tocó las rodillas pidiéndole en una mirada comprometedora que la subiera a su regazo.

Edward miró a la puerta y se encontró con Kate, pero esta vez a su cara asomaba una sonrisa tímida, no podía evitarlo, para ella su hermano era una debilidad, aunque ahora le viera como parte del enemigo.

Edward subió a Sofía a su regazo y besó su rosado moflete.

—¿Dónde está el chocolate?—Le preguntó sonriendo.

—Me lo he comido todo…y tengo algo en el jerzey que me regaló la abuela. — Le susurró con complicidad.

Hizo reír a Edward, se lo había manchado muchísimo y ella esperaba conservar las manchas.

—Pero habrá que lavar ese jersey.

—No, lo guardaré para cuando mamá no me deje comer chocolate. —Le dijo convencida. — ¿Vivez en la playa tío?

—Así es. — Comenzó a jugar con la pulsera de abalorios que todavía conservaba de Bella. No había pensado en quitársela.

—¿Algún día me vaz a llevar?— Con sus deditos hacía rodar los abalorios en la goma que ya se había convertido en una cuerda sin elasticidad.

—Cuando mamá te deje venir yo te llevaré. —Le miró a la cara con  una sonrisa de sorpresa.

—¿Mamá podré ir con tío Ed a la playa?—Se bajó de sus rodillas y corrió a su madre.

—Ya veremos Sofía cielo, ahora todavía es invierno.

A la niña le pareció una respuesta normal, y se fue del salón, convencida de que sería mejor preguntárselo en verano. Kate se quedó un segundo apoyada en la entrada del salón, mirando a su hermano a los ojos, vislumbrando una mirada de lástima en sus orbes esmeraldas que le provocaban un desasosiego interno al cual no sabía catalogar. Edward bajó su mirada al periódico que se colocó en el regazo de nuevo , y ella siguió a su hija a la parte de arriba.

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