#21#

—Porque me recalcas continuamente que estás bien Bella, pero a mí no me lo parece. —Jasper se sentó en la arena al lado de la directora mientras contemplaba el atardecer.

—En serio Jazz, no te preocupes. —Le dijo sonriendo.

—Te encuentro cansada. ¿No estarás enferma?—Insistió.

—Han sido estas semanas Jazz, demasiado ajetreo, ten en cuenta que yo con la semana de yoga, lejos de relajarme estuve más estresada que el resto. —Bella le cogió la mano, inspiró y pensó que todo quedaba lejos.

Susan y su estupidez estaban ya fuera de juego, Garret lo dejó claro, no tenía ninguna posibilidad sobre la herencia de Charlie. La semana de la Convención de Yoga había pasado y el hotel se había quedado más o menos desierto, en esa temporada y durante los próximos tres o cuatro meses, bajaba la afluencia de gente por las lluvias, así que le quedaba el tiempo demasiado libre para pensar en todo.

—No sé si preguntarte…—dudó.

—Hazlo, no me voy a romper. — Apretó su mano, sabía lo que era.

—¿Sabes algo de Edward?

—Solo que está en Bolivia, nada más—Cuando Jasper le miró a la cara ella tenía una sonrisa en los labios. Le recordaba con tanto cariño que le parecía mentira haber empezado tan mal con él. No quería ahondar más en esa superficie suave que amenazaba con romperse.

—¿Y te gustaría saber más?—Quería ser cuidadoso evaluando los daños posibles.

—Pues…si. —Dudó y sonrió de nuevo. —Pero no me daña no saber. O al menos eso creo…

—Edward fue una cura para tu alma. — La chica amplió su sonrisa.

—Sí, lo fue. —Se volvió y le miró a los ojos. — Creo que me ayudó a sacar de nuevo cierta seguridad en mi misma que otros aplacaron contra el suelo.

—Y te dejó exhausta. — El rubio de ojos pacíficos le miró sonriendo pícaramente.

—¡Jazz!—Bella abrió los ojos como platos. — ¿Se te está pegando de Alice?

—Puede. —Se encogió de hombros. —Pero es como si llevaras dos semanas reposando…algo…

—Ya vale, estoy algo cansada, pero es normal dadas las circunstancias.

—Está bien, te dejo terminar tu atardecer, que Alice me espera. —Besó su coronilla y se fue.

Bella se quedó mirando al sol, pensando en Edward y en las locuras que le llevó a cometer, en la osadía y la confianza en sus actos. Se rió con una carcajada profunda y sentida al recordar uno de esos momentos mientras volvían de la boda en la playa.

Flash Back.

Bella seguía teniendo la ropa mojada, y en el camión la brisa le hacía que se le pegara provocándole frío y que le comenzaran a castañetear los dientes. Se abrazó las rodillas en un esfuerzo por no perder el calor.

Edward estaba a su lado, sentado en el suelo como el resto de los ocupantes del camión.

—Ponte entre mis piernas. —Edward le sugirió al notar los síntomas en el cuerpo pegado al suyo.

—¡Edward!—Exclamó susurrando. En cierta forma el calor le recorrió como un rayo al pensar en la sugerencia del hombre que le hacía perder la cabeza.

—Eres tan mal pensada a veces. —Rió por lo bajo. —Estás helada, y debe de quedar un rato, ven aquí si no quieres ponerte enferma. — Y la cogió por el brazo ayudándola a que se situara entre sus piernas, notando cómo el calor que su cuerpo le ofrecía, le reconfortó al instante.

Estaban sumidos en la oscuridad, y el traqueteo del camión no ayudaba a que Edward y Bella desconectaran del contacto y roce que sus cuerpos estaban experimentando.

La sensación de calor que Bella tenía en su parte baja y que se anudaba a su estómago ya no tenía nada que ver con la recuperación que él le estaba ofreciendo. Sin querer se acomodó más contra su pecho y movió el trasero de una forma muy poco correcta dadas las circunstancias.

—No hagas eso. —Su tono ronco velaba una advertencia, pero también dejaba entrever más cosas.

Bella no sabía si el alcohol, la situación que habían vivido bajo la palmera, la oscuridad del camión, o que Emmet acapara la atención de todos los ocupantes del camión, evitando que repararan en ellos, era lo que le estaba provocando semejantes ganas de trastear con su acompañante.

Se sintió la poderosa jefa del juego en aquel instante y continuó con su burla.

Se separó levemente de su pecho para volver a acomodares contra él, esta vez haciendo más presión con su trasero. Escuchó cómo Edward contuvo el aire y se sonrió.

—Deja de tentarme Bella.

—¡¡Eddie!!—Emmet gritó desde su posición. — ¿No recuerdas la canción de la que hablo?, ¡¡acompáñame amigo!!— Emmet comenzó a cantar y los pasajeros daban palmas alentando.

Edward estaba tenso, y su erección comenzaba a ser notable, la excitación que esa chica le provocaba con su roce era un añadido más, ya que solo el hecho de que jugara le ponía en ese estado, inspiró profundamente y se sonrió, le volvía loco la picardía que ella tenía.

Bella dejó caer su cabeza sobre el hombro de él y sabiendo que estaba cerca de su oído le habló sin que el resto escuchara.

—Me has dado más calor del que debías. —La sensual voz llegó a la excitación de Edward por vía rápida.

—No serás capaz de hacer nada aquí…—Paró porque volvió a sentir que Bella le rozaba intencionadamente. —… ¿no crees que el licor de despedida te lo has tomado demasiado deprisa?—Su voz se había puesto más ronca, y ella sintió la sonrisa taimada de sus labios contra su oreja.

—Tratas de amilanarme…—Dijo juguetona, y cogiendo las manos del fotógrafo con las suyas, le instó a que las metiera debajo de su pañuelo, haciendo que rozara su abdomen.

—No creo que toda esta osadía la haya dado el alcohol, eres una bruja descarada. — Susurró de nuevo cogiendo su lóbulo entre los dientes y dándole un pequeño mordisco.

—La has despertado tú, así que ahora no me culpes. —Guió una de sus manos a sus pechos carentes de sujetador y él rozó el pezón haciendo que ella se contoneara deliciosamente contra su dureza.

—Vamos, esto está lleno de gente…— Él trataba de advertirle, pero a ella le sonó a ronroneo.

—No es necesario hacer nada más…no te estoy pidiendo que me toques hasta que me corra en tu mano…—Bella sabía que eso de ser tan gráfica con él, le volvía loco, lo había comprobado hacia un rato en la boda.

—Bella… —Dijo entre dientes luchando por no apretarse contra su juguetón trasero.

Estaba excitado y se sentía acorralado entre tanta gente. Si por él fuera habría hecho mucho más, la nocturnidad era algo que taparía todas las pruebas, pero era consciente de que ella jugaba, y a él le gustaba sentirla así. Pero tentar y esperar le estaba matando.

—¡¡Vamos Edward, no te escucho cantar!!—Emmet gritó por encima de las palmas.

A Edward le dieron ganas de levantarse y golpearle, así podría descargar todo aquello que  no podía hacer con Bella. Ella se rió, estaba muy excitada también, se dio cuenta que le encantaba jugar con él, siempre dispuesto a todo y le pareció la mar de simpática la interrupción de Emmet.

—No te rías. —El plan comando que él había adquirido tensó a Bella e hizo que su corazón se acelerara, así como su excitación, que llegó a un punto muy álgido. — Te recuerdo que de este juego soy un campeón. —Y rodó su pezón entre el índice y el pulgar haciendo que saltara de sitio y que su trasero volviera a recordarle su privilegiada posición.

—¿Seguro que no estás enganchado a los morros de Bella?,¡¡Suéltale Bells, déjale respirar y que cante, que se la sabe!!—Emmet seguía empeñado en la oscuridad de la noche en que Edward cantara.

Esta vez tanto Edward como Bella se echaron a reír, era imposible no hacerlo.

—Canta, seré buena. —Le dijo apartándose de él lo justo para no importunarle.

—¿Ahora que yo tenía las riendas?—Le preguntó perspicaz, si  pudiera verle la cara sabría que la sonrisa ladina de sus labios indicaban que no pretendía dejar el juego.

—¡Edward copón, canta de un maldita vez!— Emmet reía como un lunático por encima de las palmadas y continuó con la canción pervertida que aprendieron en un viaje a Irlanda, la cual tenía un soniquete pegadizo.

—Esto no termina aquí. —Le advirtió al oído y paseó su lengua deliberadamente despacio por su cuello haciendo que Bella ahogara un gemido.

El camino restante se sucedió entre cánticos y burradas que Emmet soltaba. Algunas personas que entendían inglés rieron sin parar durante todo el camino, y Edward formó parte de todo el circo sin olvidar que tenía una cuenta pendiente con la chica que ahora estaba recostada sobre él sin ninguna segunda intención.

Edward y Bella entraron riendo en la habitación. Las bromas de Emmet en su estado de embriaguez eran muy divertidas.

En cuanto cerraron la puerta, Bella, sin pensarlo, se desprendió de su pañuelo anudado al cuerpo y se quedó solamente con sus bragas. Estaba completamente de espaldas a Edward, que le contemplaba anonadado con la visión que se desarrollaba delante de sus narices como si fuera una aparición.

—Creo que me daré una ducha de agua muy caliente, necesito entrar en calor. —Bella lo dijo sin ninguna intención, era cierto que la ropa empapada habían dejado su piel fría, y parecía haber olvidado el juego que se había traído en el camión un rato antes.

—¿Calor?—Edward seguía con su ropa mojada en la puerta de la habitación y miró a su entrepierna para comprobar la reacción simultánea de su miembro ante las palabras, a primera vista inocentes, de la chica que había desaparecido en el interior del baño.

Bella sin escuchar a Edward se metió en el baño y abrió la ducha, en seguida comenzó  a hacerse un vapor en el baño que lo dotó de invisibilidad, empañando el espejo. Bella se quitó las bragas y acto seguido sintió las manos de Edward sujetar su cintura de manera firme.

Antes de que el grito abandonara su garganta Edward la había vuelto y le estaba besando de una manera tan febril que provocó en Bella una inundación rápida en su sexo. Bella respondió sin problema enrollando los brazos en su cuello y perdiéndose en su boca, gimiendo del placer que sólo ese contacto le proporcionaba.

Edward pegó su cuerpo al de ella y la elevó apoyándola sobre el lavabo. Con una mano le tocó su sexo de manera sinuosa, provocándole una tortura deliciosa, para verificar algo que ya sabía. Estaba más que húmeda, metió la punta de un dedo en su intimidad y con el pulgar  acarició su clítoris. Despertó en ella el ansia de perderse de nuevo el uno en el otro en cuestión de segundos, y ella comenzó a gemir en su boca.

—Fóllame Edward. —Le pidió jadeando—Fóllame por favor. —Sus caderas empujaban contra su mano esperando que por lo menos sus dedos le penetraran más aún pero él le mantuvo a distancia.

—Debería torturarte. —Le dijo queriéndose cobrar sus juegos. Pero Bella le pilló desprevenido y de repente sintió cómo la mano de ella abrazaba su miembro, erguido y con el condón puesto. Lo  masajeó presionándole.

—Vamos Ed…si venías preparado. —Entre una súplica y una insinuación, los deseos de ella se hicieron realidad. Edward apartó su mano y sujetándola por las caderas entró en su húmedo sexo, gozando del recorrido hasta llegar al tope tanto como ella.

Edward se agarró a su trasero sujetándola para que no se moviera en su continuos embistes.

Sus bocas se buscaban, sus jadeos se confundían.

—Edward…—Bella estaba al límite. —Yo…

—Vamos preciosa…—Jadeó sintiendo cómo su interior apretaba su sexo provocándole la subida intensa al clímax. —Vente conmigo…

Llegaron al orgasmo casi al mismo tiempo queriendo ahogar sus gritos con los besos hambrientos que se proferían.

Quedaron agotados, él sujetando su cuerpo contra el lavabo, y ella colgada de él, pero sin fuerzas para abrazarle y sostener su peso.

—¿Sigues necesitando el calor del agua?…O quizá sea mejor que te de la fría. —Edward rió en su oído y ella se contagió.

—No esperaba que te cobraras tan ponto mis insinuaciones en el camión.

—Eso no son insinuaciones Bella. — Se miraron a través del vapor. — Era claramente una intención, y no podías esperar menos, después de que te desnudaras delante de mi sin ningún pudor.

—Estaba empapada. —Se disculpó.

—Ni que lo digas. —Le dijo en un tono sagaz moviéndose despacio dentro de ella y haciéndole jadear.

Fin flash back

—Madre mía. —Ahogó la risa contra su mano. —Si que lo extraño. —Se sintió caliente y apretó sus piernas  mientras inspiraba profundamente.

Llevaba un rato  tumbada en la arena, perdida en sus recuerdos se había olvidado de la puesta de sol. Se sonrió. Recordó de él que había algo que nunca le llegó a contar, a pesar de que ella se había sincerado por completo. Intuyó que algo le hacía ser cómo era cuando llegó a la isla. Que era un chico que se llevaba a las chicas de calle era obvio, pero que era más sensible de lo que quería aparentar, también lo había visto, y sobre todo sentido. No siempre habían practicado el sexo de una manera rápida, y su mirada en diversas situaciones le había demostrado que debajo de esa coraza había algo más.

¿Habría alguien en su vida ahora? Se lo imaginó paseando con otra de la mano, susurrándole…y sintió envidia, celos…pero se dio cuenta de que finalmente tenía ventaja sobre esto, a menos que él un día se apareciera por la isla con su novia o con su familia formada de vacaciones. Ese pensamiento le desconcertó, haciendo que se tambaleara momentáneamente su fortaleza.

—Es posible. —Dijo en alto.

Claro que lo era, quedaron como amigos, o eso se suponía, porque después de la escena con James, ni siquiera tenía claro que era lo que había pasado. Lo que Emmet le había dicho no significaba nada en realidad, porque no había vuelto a saber de él.

Mientras entraba en el complejo, pensativa, se cruzó con Jacob, con unas mallas negras que marcaban sus moldeadas piernas y sin camiseta, dejando ver su esculpido torso.

—¿Qué tal estás?—Se paró con ella.

—Bien…—Le contestó extrañada.

—¿Has vuelto a vomitar?—Cogió su mano en un gesto cariñoso.

—Ah… ¿eso?—Negó. —No, ha debido ser algo que ayer me sentó mal.

—Quizá deberías ir al médico. —Recomendó mirándola fijamente.

—No tiene importancia.

—¿Hace cuanto que no te haces análisis?—El moreno frunció el ceño.

—Un año…y…—Se quedó pensativa.

—Llama al médico. —Dijo tajante.

—Eres un hipocondríaco. — Le dijo fingiendo molestia y sonriendo a la par. —No me voy a dejar arrastrar por enfermedad.

—Lo sé, pero un año y… a saber si no son dos o tres, viviendo en estos lugares con bichos que pican y toda la pesca, es demasiado tiempo. A saber si no estás desarrollando una enfermedad tropical o algo. —Movió su mano para darle ímpetu a sus palabras. — Concierta una cita.

—Claro, ya me has metido el miedo en el cuerpo. —Le dijo ella quedamente. —Tardarán semanas en dármela.

—Pues mejor pronto que tarde.

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