#30#

El mar estaba como un plato, a pesar de que las mareas eran las más grandes por las lunas, apenas había olas. Edward y Bella se encontraba de espaldas a la playa, el sol comenzaba a meterse en el mar con su cadencia particular. Edward abrazaba a Bella y ella simplemente sentía cómo su cuerpo se amoldaba perfectamente al marcado, fibroso y duro pecho del hombre de pelo cobrizo. Al expulsar el aire completamente ida en las sensaciones que ese momento le estaba proporcionando, un suspiro sonoro abandonó su pecho.

Edward no quería romper el momento, no quería preguntarle en qué pensaba, más tarde lo haría, ahora solo quería sentirla y  que ella lo hiciera con él. Estrecho su abrazo y metió su cuerpo completamente en el agua haciendo que ella entrara con él. Puso su boca a la altura de su cuello y deposito un tierno beso debajo del lóbulo de su oreja. Ella se inclinó hacia el lado contrario y le dio espacio en una clara invitación a que siguiera haciéndolo. Podría estar toda su vida recibiendo caricias por su parte, pero con los cambios de humor que le había demostrado, no tenía todas consigo, de que él quisiera prodigárselas a menudo.

Bella acarició los brazos  de Edward de arriba abajo sin dejar de contemplar la puesta de sol.

Él seguía acariciando su cuello con sus labios y con la punta de su nariz, inspiraba su olor y se sintió completamente perdido por esa mujer, sintió pequeños movimientos de aceptación a sus caricias, se mordió el labio inferior para evitar decirle que le amaba, en ese momento su corazón palpitó con fuerza, y sonrió como un estúpido contra su piel. Se golpeó mentalmente, “por partes Ed, no te aceleres”. Apenas había descubierto que estaba enamorado de ella, no quería apresurarse, no quería asustarla.

Lentamente y sin hablar salieron del agua, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Llegaron a la zona que Vasu les había preparado para cenar. Una mesa baja con comida para picar, copas y zumos, unas telas blancas en el suelo, cubriendo grandes cojines de plumas, velas que titilaban con la suave brisa, y cuatro postes clavados en la arena de los que ondeaban vaporosas telas blancas, completaban el romántico picnic que el hindú había preparado con mucho gusto.

Bella dejó escapar una risa nerviosa.

—¿Qué es todo esto?—Edward tiró de ella cuando se quedó parada ante el lugar.

—Vamos a cenar, tranquilos. Vasu se ha encargado de todo.

Se sentaron y Bella tenía la cabeza a punto de explotar pensando en lo que tenían que hablar, más bien en lo que él quería contarle. No podía pensar que era algo malo, no por la forma en la que le había tratado hasta ese momento, pero no aguantaba más.

—Vale Edward, necesito saber de qué vamos a hablar— Le miró a los ojos directamente y él mostró una sonrisa torcida que la hizo suspirar y perder un poco el hilo de sus pensamientos. —Y no me sonrías así. — Le advirtió haciendo que de su pecho brotar una carcajada.

—Así ¿Cómo?

—Lo sabes, y no me vengas ahora haciéndote el remolón. No voy a poder dar un bocado a nada de esto a menos que sepa de qué vamos a hablar.

—Entiendo.

—Está bien que lo entiendas. Llevo tres días preguntándome si lo que estábamos intentando era lo que realmente queríamos, o más bien lo que tú querías. El caso es que algo me indicaba que no, para que después durante la noche me demostraras que quizá sí. — Más bien pareció una regañina, Bella sintió que la tensión que guardaba su cuerpo estos días atrás, comenzaba a salir de ella, pero no toda.

—Va a ser mejor que te explique un poco lo que me ha pasado estos días.

—Me parece bien. —Bella notaba la ansiedad del momento, necesitaba terminar con todo eso para relajarse del todo.

—Supongo que soy bastante inseguro. —Le miró con cara inocente, a través de sus pestañas.

—Acabáramos, tu Edward Cullen inseguro. — Levantó las cejas.

—¿Me dejas?— Descendió el mentón mirándole serio.

—Perdona.

—Mis inseguridades vienen desde que después de tener una relación, supongo que completa, me reventaron mi situación ideal. —Bella frunció el ceño. —Estuve saliendo con una chica durante varios años, vivíamos juntos, teníamos planeado incluso casarnos, parecía que todo era perfecto, ella era una modelo de reputación, y cuando teníamos proyectos comunes era perfecto. — Alternaba las miradas entre Bella y un punto inconcluso del cielo, solo para testar de vez en cuando cómo Bella estaba tomándose lo que le estaba ocnfesando. — El caso es que, durante los tres últimos meses, en los cuales yo insistía un poco más en formalizar nuestra situación, ella estaba bastante reticente, le notaba distante. Por aquel entonces Riley era mi mejor amigo, además de haber sido vecino desde pequeños. Me desahogaba con él, le hablaba de lo frustrante que estaba empezando a ser mi relación con Irina, que la veía lejos, que había cambiado de la noche a la mañana. — Edward inspiró profundamente. — Una noche salí con Emmet, hacia poco que le conocía, y quedamos en un local al que nunca había ido. —Desvió la vista hacia el mar, perdido en los recuerdos. —  Al entrar me encontré con una imagen que me golpeó duro. —Frunció el ceño acordándose de lo doloroso que fue el momento, aunque ahora ya no tenía el mismo efecto en él. — Irina y Riley estaban en la barra besándose. Me quedé congelado, estuve varios minutos parado como pegado al suelo, sin saber si era real o no. Tonteaban, reían, se tocaban…

—Joder…vaya mierda. —Bella fue tan espontánea que hizo reír a Edward sacándole de su recuerdo de sopetón.

—Sí, fue una auténtica mierda. — Rió. —O al menos yo me sentí así.

—Menuda traición. —Le miró levantando las cejas.

—Desde luego, pero no hay mal que por bien no venga. Me curaron mi ceguera.

—Ya, pero no deja de ser una mierda que la gente haga eso, que no tenga respeto por nada ni por nadie. Siempre se pueden hacer las cosas bien y no hacer pasar por ello a la gente que se supone que te quiere.

—Quererla como novia…—dudó. —No sé, después poniendo distancia y tiempo te das cuenta que quizá querer no era la palabra adecuada, puede que obsesión y manipulación vayan mejor. Me di cuenta que me dolió más por Riley, pero claro, después de mucho tiempo.

—¿No fuiste hasta ellos?

—No, me di la vuelta, me disculpé con Emmet y me largué de la ciudad durante quince días. Estuve en Canadá trabajando en los Juegos olímpicos de invierno. Solo teniendo contacto con mi madre.

—¿No les dijiste nada? ¿No supieron nada?

—No.

—¿Y cuando volviste? ¿Hablaste con ellos?— Bella se sintió algo identificada con el dolor y rechazo que Edward sintió en su día. Le miró empática.

— Volví, y la inseguridad comenzó a formar parte de mí, cuando una tarde me encontré con Irina y me montó una bronca en medio de la calle haciéndose la víctima. Le dije que lo sabía todo, y comenzó a llorar desconsoladamente, pidiéndome que volviera, que esos tres meses no eran nada para ella. —Sonrió incrédulo. — Resultó que ellos llevaban tres meses juntos, y yo había estado haciendo el canelo hablando con Riley todo ese tiempo. Es cierto que en determinado momento pensé que había hecho mal habiéndome ido sin explicaciones, pero después de esa confesión me salí de mis casillas, y le dije que no quería volverle  a ver más. Me sentí un imbécil, me había tomado el pelo durante tres meses, y yo como un gilipollas pidiéndole matrimonio—Edward recordó la situación y puso mala cara. — Ella se puso como loca, comenzó  a echarme cosas en cara sobre nuestra relación, sobre mi trato hacia ella, lo poco que significaba en su vida, y que había necesitado estar con Riley porque yo no era suficiente ni para ella ni para nadie…

—Es una puta. —Bella reaccionó con todo su odio y se dio cuenta que había dicho en alto sus pensamientos. —Lo siento…—Se disculpó, pero Edward ya se había puesto a reír.

—Sí, no te voy a quitar la razón, el caso es que a partir de entonces, comencé a trabajar más, fuera de Nueva York, me di cuenta que la experiencia en Canadá había estado bien. Entonces empecé a comportarme de manera diferente, a crecerme en una fachada fácil de llevar, las chicas par a mi eran pura diversión, creo que  me había sentido tan manipulado que desarrollé una forma de desquitarme de todo aquello sin que nada me afectara.

—Lo sé. —Bella recordó los días en el hotel.

—Ya…Desplegué mi poder sobre tí. —Sonrió socarrón.

—Lo intentaste. — Advirtió.

—Bueno. —Sonrió de medio lado. —Surgió efecto…el deseado. —Sus cejas subieron y bajaron en un gesto altivo.

—¿Podrías dejar de hacerte el chulito y decirme que  tiene todo esto que ver con los cuatro días que hemos pasado?

—Me encanta cuando te pones así de tajante ¿te lo había dicho?—Flirteó con ella.

—Eres muy adulador…sigue. — Sabía por cómo se comportaba que no iba a ser malo lo que le tenía que contar, pero ¿y si le iba a decir algo relacionado con esa chica que impedía que siguieran juntos?

—¿Adulándote?— Bromeó

—Edward. —Le devolvió en tono cansado.

—Me encontré con Irina la tarde antes de venir aquí. —Bella se tensó. — No pasó nada especial, vino diciendo estupideces, sabía que estaba con alguien y que iba a ser padre, y terminó diciendo que no iba a ser suficiente para ti, y esas chorradas.

—Eso…—Bella odió de nuevo a Irina sin conocerla de nada, y frunció el ceño.

—Espera, déjame terminar. Pensé que no me había afectado, pero estos días le di demasiadas vueltas. — No quería contarle que lo de su casa también le estaba pasando factura, no se sentía con fuerzas. — Pensé si no llevaría razón, hice similitudes con tu padre y tu madre, y me rayé.

—Pensaste en huir…—susurró asustada. Él asintió, y Bella se quedó sin pestañear. —Y ahora…

—Y ahora estoy aquí para decirte que necesito que seamos claros. —Le cogió la mano y se la apretó ligeramente. — Que sé que yo tengo culpa en que estos días hayan sido una mierda, pero…—Le miró a  los ojos y ella se perdió en la fuerza de su mirada, tragando saliva y esperando a que él siguiera hablando. — Quiero estar contigo, quiero que esto salga bien, quiero que confiemos el uno en el otro, no solo porque tengamos un bebé en camino que es de ambos, si no porque…— Se quedó mirando sus ojos expectantes, su boca entreabierta, escuchando su respiración nerviosa, estaba tan agitada como él. —…creo que me he enamorado de ti…

—Edward…—El susurro fue como una caricia, adoraba que ella le llamara por su nombre, algo tan simple le mostró cuan enamorado se sentía.

—Necesito saber qué es lo que tú quieres, saber firmemente que crees en nosotros, no te pido que sientas lo mismo que yo, porque si de momento no es así, créeme que voy a luchar porque así sea, aunque pasemos tiempo separados, y sé que no va a ser fácil, pero…voy a poner todo de mi parte para que salga todo bien…me siento completamente expuesto e inseguro ahora mismo, estoy fuera de mi zona de control, y estoy empezando a sentirme un idiota. —Le miró a los ojos esperando que tras su incontinencia verbal ella respondiera de alguna manera.

Bella tenía delante la situación que nunca se hubiera imaginado, expectante por su respuesta, y tenía tantas ganas de decirle que ella estaba igual, que se sentía débil ante esos sentimientos, que había tenido miedo de mostrarlos, que no lo había hecho por pavor a sentirse rechazada y romper la situación que tenían.

—Dime algo por favor…—Solicitó él estático.

—Que si…—Dijo saliendo del bloqueo.

—¿Que sí qué?… —Agitó su cabeza sin apartarle la mirada.

Bella llevó su mano al pecho, pensó que el corazón se le saldría en cualquier momento y se moriría sin poder corresponderle. Espiró profundamente provocando el nerviosismo de Edward.

—OH dios Mío, y ahora te provoco un ataque de ansiedad, yo debería tirarme al mar y dejarme arrastrar…—Se lamentó desesperado.

—No…—Y la risa nerviosa se agarró a Bella. —No…— Incapaz de decir nada se abalanzó sobre él y le tumbó de espaldas colocándose a gatas sobre su cuerpo.

Si pestañear y mirándole fijamente bajó sobre sus labios.

—Gracias. —Murmuró, y le besó dulcemente. — Creo que llevo más tiempo enamorada de ti del que soy consciente. —Cerró los ojos y volvió a besar sus labios. — Quiero lo mismo que quieres tú…— Le dio un beso más. — Y quiero que me beses ya, para ver si después me vuelvo más coher…

No le dio tiempo a terminar, cuando a Edward le llegó la información al cerebro de todo lo que estaba sucediendo y de su confesión, sujetó la cara de Bella con sus manos y hundió sus labios en la boca hambrienta de la mujer que le tenía acorralado.

Bella ahogó un gemido en la demandante boca del fotógrafo y su interior brincó de júbilo, estaba besando a Edward con todo el sentimiento por delante, sin negarse nada, sin restringir su mente y corazón en absoluto. Edward recogió su gemido y sintió como el estómago le daba un vuelco de gozo, esa mujer le correspondía, simplemente tenía que dejarse llevar, de la misma manera que él le había pedido había un tiempo, de la misma manera que ella lo estaba haciendo ahora.

Acariciaba sus mejillas con los pulgares, creando un beso suave tras el ímpetu inicial, recorriendo son la lengua el sabor dulce de esa mujer que no había salido de sus pensamientos desde que le conoció. Jugó suavemente con su lengua y lamió sus labios como paréntesis a ese primer beso libre. Rozó con su nariz la de Bella y abrió los ojos para encontrársela sonriendo, una enorme sonrisa dulce y plena en sus labios.

—Eres tan bonita…—Le susurró, y ella abrió los ojos, deslumbrándole con un brillo que inundó su cuerpo de una sensación de dicha tal, que le hizo inspirar como si le faltara oxígeno.

—Te estoy asfixiando. —Ella rió con un gorgorito que a él le derritió por completo. —No soy consciente que abulto un poco  más. —Y trató de apartarse.

Edward rodó a su lado dejándola de espaldas al suelo y quedándose sobre su codo para mirarla detenidamente.

—Te dejo tumbarte porque creo que estarás cómoda, no porque no pueda contigo…—Le dijo petulante.

—Oh Señor Cullen, siento haber herido su hombría. —Ambos sonreían sin poder evitarlo.

—Veo que es posible que la coherencia haya llegado a tu mente. —Bella se sonrojó de inmediato, reconociéndose bastante estúpida tras la declaración de Edward. — Eres preciosa…—Acarició de nuevo su mejilla arrebolada y ella cerró los ojos con fuerza.

—¡Para!—Le pidió sin dejar de sonreír.

—No. —Dijo tajante frunciendo el ceño. —No voy a parar, ahora que tengo carta blanca para decir todo lo que pienso sobre ti, —Murmuró mientras se acercaba a su boca. — sobre lo que me haces sentir—con la punta de su lengua delineó su labio superior. —Eres deliciosa, y puedo decírtelo sin más.

El interior de Bella vibraba y ella reconoció como una punzada de excitación le recorrió el cuerpo hasta su ingle, con el leve toque de su lengua. Gimió.

—Vaya…—El tono ronco de Edward se hizo patente. —Creo que deberíamos comer algo de lo que Vasu nos ha preparado.

—¿Comer?—Bella salió de su espiral erótica y apretó las piernas haciendo que él se sonriera ladinamente.

—Comer…comida. —Edward se sentía caliente con ella, se daba cuenta que siempre se sentía así si la tenía cerca, y hacía días que no se acostaban. Su  miembro se lo recordó apretándose contra su pantalón, y su mente le dijo que iba a estar un mes sin ella después de esa noche. Había sido tan idiota dejando correr estos días sin más por su inseguridad.

—Pero no tengo hambre…de comida. —Los ojos de Bella brillaron mirándole detenidamente y se mordió el labio incitándole.

—Waw señora directora, ¿está demandando algún otro servició?—Sonrió de lado y ella boqueó al respirar, le parecía tan increíblemente atractivo.

—Y usted señor Cullen, ¿Me está ofreciendo algo alternativo?—Edward miró hacia abajo rompiendo el contacto visual entre los dos y se sonrió, otra vez ese juego entre los dos.

Se volvió hacia la mesa despacio mientras Bella fruncía el ceño desconociendo lo que pretendía hacer. Cogió un bol con pedazos de frutas y lo colocó al lado del cuerpo de Bella. Con la mirada, esta, le preguntó por su acción y él sonriendo y dejándole ver cómo su lengua pasaba por sus dientes le ofreció un pedazo poniéndoselo cerca de sus labios. Bella con ese mínimo gesto sintió la humedad en su parte inferior del bikini.

—Abre la boca.

Automáticamente lo hizo y Edward paseó deliberadamente despacio el pedazo de piña sobre sus labios. Bella siendo consciente de que a ese juego podían jugar dos sacó la lengua más allá de la fruta y lamió uno de los dedos de Edward, él contuvo la respiración al sentir su toque, y dejo la piña en su boca, acariciando con su yema el bajo inferior.

Bella masticó sin dejar de mirarle a los ojos. Edward se volvió a apoyar en su codo quedando cerca de la cara de Bella, ambos se miraban sin decir nada. La espera, el silencio entre ambos solo interrumpido por el sonido el mar, hicieron que la atmósfera entre ellos se cargara de electricidad. Cuando él sintió que ella había tragado se aproximó a ella y la besó abriendo sus labios con una audaz lengua, saboreando la piña en su boca.

—Me gusta la piña contigo. —Le susurró cortando el beso ,mientras distraídamente cogía otro pedazo. — A ver el mango. —Bella respiraba con dificultad, estaba que ardía con todo aquello, ansiosa por tenerlo dentro, y sin embargo disfrutando de todo el juego que tenían entre manos.

Repitió el ritual de alimentarla y cuando no había rastro de fruta en su boca volvió a besarla deleitándose de nuevo en su sabor.

—El mango es rico también. —Su voz era tan suave que parecía una caricia íntima, Bella se sentía acalorada y agradecida de que la brisa corriera entre ellos.

—¿No tienes hambre?— Bella preguntó en un suspiro.

—Me es suficiente contigo. — Descendió de nuevo a sus labios y los lamió haciéndole suspirar otra vez. Edward estaba pletórico, nunca se había sentido así, nunca esa libertad, nunca esa situación. Necesitaba cuidar de ella, hacerla gozar, hacerla feliz, y en ese momento la contención que ambos estaban experimentando era un goce máximo, porque no había barreras en medio.

Bella alcanzó fruta y comenzó  pasársela por sus labios.

—Eres lento…y si tengo que esperar a que se vacíe a este ritmo, moriré por combustión espontánea—Edward soltó una carcajada y se acercó a su boca arrebatándole el pedazo que tenía posado en su boca haciendo que Bella elevara las cejas.

Bromeando y calentándose mutuamente como si estuvieran en el mismísimo infierno vaciaron el bol.

—Tengo un calor de mil demonios. — Edward, sintió su erección casi dolorosa entre sus piernas.

—Es cierto que lo hace. — La brisa había parado y la noche era demasiado calurosa. — ¿Te apetece un baño?— La mirada de Bella era una invitación a algo más que un baño.

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