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—Ese desgraciado…—Edward estaba en el hangar esperando a que prepararan la avioneta para regresar a isla Pemba.

—Lo sé hijo, pero tu hermana ha decidido que no quiere saber más de nosotros, tu padre quiere hacerle llegar la documentación de todo lo que ha descubierto de James, pero en esta situación no sé cómo reaccionará. Es capaz de decir que se lo ha inventado todo.

—Pero si le mostráis, los mails de sus supuestas amantes, las cuentas de su constructora…¿tan mal está Kate con vosotros?—Edward pasaba sus dedos nerviosos, por el pelo dándose pequeños tirones, sin entender todo lo que estaba pasando en su casa.

—Dice que nos hemos puesto de tu parte y que hemos condenado a James sin hablar con él siquiera, pero hijo, ni se dignó a venir a vernos para contarnos su versión. Kate está tan ciega. Ha dicho que no nos va a traer a Sofía, que no quiere que le hablemos mal de su padre. ¿Cómo es posible?—Esme sonaba desconsolada.

—Ese cerdo le está metiendo todo tipo de mentiras en su mente. Y no entiendo el por qué. ¿Siguen con el régimen de separación de bienes no?

—Creo que si, pero tu padre dice que no le extrañaría que después de que su empresa salga a concurso no lo cambien. Dice que su fin es aprovecharse de ella. Si la vieras…no parece estar feliz.

—Yo creo que deberíais mandarle las pruebas mamá, es la única manera de que reaccione, y que sepa que os tiene a su lado. — La frustración le aplastó como una piedra a un caracol.

—Sí, supongo que será lo que hagamos, pero sabemos que él puede decir que esos mails son falsos…lo de las cuentas no sé si estará informada…—Se le notaba desesperada. — A mi me gustaría que viniera a casa y hablar con ella tranquilamente, pero no quiere ni acercarse, en fin, ya veremos cómo nos las apañamos.

—Mantenedme informado, si hay algo que yo pueda hacer…

—Creo que estás en el lado más oscuro para ella, estás con el enemigo.

—Ya, Bella…

—Pero tranquilo cariño, ¿Nervioso por llegar?— Esme trató de desviar el tema, tampoco quería agobiar a su hijo con los problemas de casa.

—Tengo muchas ganas de verla, ha sido un mes demasiado largo. —LA sonrisa automática se posó en su cara y su madre sonrió porque intuyó su felicidad.

—Ella es una buena chica ¿cierto?

—Lo es, y la amo mamá, amo a mis dos princesas por encima de todo.

—¿Viene otra nena?—Preguntó entusiasmada.

—Estoy convencido de que si. Bueno, te dejo porque la avioneta está lista. Te quiero mamá.

—Y yo cielo, cuídate, y cuídalas.

—Eso haré.

Durante la primera parte del trayecto no podía quitarse a su hermana de la cabeza, y su sobrina martilleaba en su mente, indirectamente era la que iba a sufrir las consecuencias de ese bastardo y de su enamorada madre. Se sentía impotente para hacer algo, hablar con ella y hacerle entrar en razón era algo absurdo, ni siquiera le dejaría saludarle.

Miró por la ventana y divisó la isla destino, el corazón se le llenó de júbilo, moría por ver a su chica. Pensó en Adam de nuevo, y en la conversación que tuvieron ese día antes de hacer el submarinismo.

Jacob le estaba esperando en el aeródromo, si es que a la pista de tierra con piedras delineándola, se le podía llamar a sí.

—¿Flores? ¿Para mí?—Edward se quitó las gafas para abrazarlo fuerte. —Que detalle Jake. —Dijo guasón.

—Son para Vasu. —Le devolvió fingiendo enfado.

—¿Problemas con el chico?—Comenzaron a caminar hacia el pick up estacionado en un lateral de la pista.

—¿Solo regalas algo cuando hay problemas?—Jacob bajó sus gafas de sol de la cabeza y le miró desdeñoso. — Pobre Bella, desde luego que eres muy poco detallista. — Le salió la pluma de inmediato y Edward se quedó mirándolo sorprendido.

—¿Y tú qué sabes de mis detalles?—Dejó el petate en la parte de atrás y sujetó la mochila del material fotográfico. —Por favor Jacob, me conoces de tres días, de los cuales uno le hice un picnic muy romántico en la playa. —Cerraron la puerta y Jake arrancó el coche mientras le miraba fijamente.

—Porque estabais enfadados. —Se encogió de hombros. —Déjalo, era por meterme contigo, estoy todo el día con Alice de esa manera y cuando me relaciono con otras personas es como si siguiera en alerta.

—Alice y sus bromas, me suenan. —Edward se carcajeó. — ¿Qué tal todo por aquí?

—Echándote de menos. —Le dijo poniendo pucheros.

—¿En serio?—Le miró por encima de las gafas.

—Bella lo hacía continuamente y si estaba bien no había problema, pero cuando le dan esos giros mentales y todo se vuelve del revés…amigo, todos te hemos echado de menos, ya era hora que empezaras a hacerte cargo de lo que has creado.

—Exageras, Bells es un amor…—Le dijo con una sonrisa de lado sabiendo que era cierto lo que contaba.

—Ya…—Jake rodó los ojos. — Te advierto que a mí no me sonrías de medio lado, tengo pareja Edward…—Le advirtió, a lo que Edward abrió los ojos como platos y le miró en un movimiento rápido.

—No quiero problemas con Vasu…—Levantó la ceja. — Pero si mi sonrisa significa algo para ti…—Comenzó a hablar meloso.

—¡¡Venga ya!!—Jacob se sonrojó, a pesar de su piel morena Edward lo notó y comenzó a reír como un lunático.

—Avisa a la Directora que Romeo ha llegado. –Jacob dejó en el mostrador de recepción el correo que había recogido en la ciudad y poniéndose dos dedos en la frente a modo de saludo militar se despidió de Edward.

—¡¡Vete antes de que se te marchiten las flores!!— Le respondió Edward en tono de broma.

Fátima colgó el teléfono y hablo directamente a Edward.

—Bella está ocupada en este momento pero ha dicho que le esperes en la cabaña.

—¿Sigue en la misma?—Fátima asintió con una sonrisa, pensó en lo afortunada que era su jefa con semejante hombre para ella sola.

—¡¡Bienvenido Edward!!—Le dijo mientras se alejaba de recepción.

—Gracias. —Le devolvió un guiño y ella se derritió.

—Edward está aquí. —La emoción de Bella se filtró en cada palabra y Jasper le sonrió.

—Ve anda, ya termino yo esto. Llamaré a la empresa de empleo para que manden tres personas para el servicio de habitaciones, ojalá esté Dayfa, era una chica súper eficiente.

—¿En serio no te importa?

—Vete. —Le ordenó mientras le sonreía abiertamente.

Bella estaba nerviosa por ver a Edward, era como si la cabaña donde se alojaban estuviera a kilómetros del despacho, se le hizo el camino eterno, y se puso a contar los pasos para distraerse. Ya en la puerta pensaba que se iba a desmayar antes de entrar.

—¿Edward?—Estaba en la cabaña y el petate de su chico estaba en el suelo, escuchó la ducha y no lo dudó ni un instante, se desnudó en cuestión de segundos y se adentró en el baño.

Estaba de espaldas, su marcado cuerpo le calentó solo con su visión. Ajeno a todo él se lavaba la cabeza con brío, como si quisiera que la ducha terminara cuanto antes. Bella se metió en la gran ducha y con las manos le acarició la espalda. Edward brincó de la sorpresa y se volvió expectante. Delante tenía a su chica con una barriga notablemente más grande que la última vez, con los ojos enormes y mirándole ansiosa.

—Preciosa…—Edward la abrazó apropiándose de sus labios, notando cómo el vientre hinchado le imposibilitaba que sus cuerpos contactaran completamente.

Sus bocas ansiosas bebieron la una de la otra, Bella, gimió al contacto, y con cariño acarició su pelo, su cuello, sus brazos, sin creerse todavía que lo tenía al lado. Edward paseó con cuidado infinito, sus dedos por toda la piel que era capaz de alcanzar. Comenzó a rozar su abdomen, sintiendo la forma redondeada de este y el beso se convirtió en un suave mordisqueo de ambos.

—¿Como estas mi niña?

—¿A quién se lo preguntas?—Le contestó Bella coqueta, mientras daba pequeños mordisquitos a su labio inferior, sintiendo que la excitación había comenzado a enviarle sensaciones placenteras a todas sus terminaciones nerviosas.

—A ti. —Se apartó y le sonrió de esa forma en la que ella perdía el raciocinio por completo.

—Ahora estoy mejor que nunca. — Con el pulgar acarició su labio inferior.

—¿Qué te parece si salimos de la ducha?, yo ya he terminado. —Ella asintió y Edward cerró el agua, tras aclararse rápido.

Mientras se secaban con las toallas ninguno de los dos dejó los ojos del otro, no hablaban, solo se prendían fuego con la mirada. Bella tenía una preciosa sonrisa perenne en la cara y Edward disfrutaba de ella.

—¿Me dejas que te mire?— Ella sonrió coqueta y dejó caer la toalla al suelo.

Edward arrastró su mirada por sus suaves facciones, deteniéndose en sus labios rojos y ligeramente hinchados por los besos, se mordió de forma seductora el labio inferior, haciendo que Edward aguantara la respiración. Bella disfrutaba de lo que era capaz de provocarle solo con un gesto y eso tensó su interior en un exquisito placer. Los ojos de Edward bajaron por su mentón y llegaron al cuello, esbelto y apetecible, para toparse en su camino con sus pechos, más voluptuosos de lo que los recordaba, y se relamió pensando en la textura que apreciaría su lengua. Tragó audiblemente haciendo que Bella riera en un gorgorito, sonrojando a Edward.

—Te estás sonrojando…—Le susurró ella.

—Estás para comerte enterita ¿sabías?— Siguió con su camino disfrutando de la vista y una tierna sonrisa sustituyó a la lascivia que se estaba fraguando en su cuerpo. Se paró en  su abultado vientre, redondeado, perfecto. No lo pudo evitar y se arrodilló frente a ella, para acariciarlo y besarlo, haciendo reír sonoramente a la mamá.

—¿Y tu princesa cómo estás?—Le habló a la tripa y Bella hundió sus dedos en el pelo mojado. — Ahora vas a taparte los oídos ¿vale? Que me han dicho que ya oyes, pero primero tienes que saber que papá te quiere con locura. — Se puso sobre sus pies tras dejar un delicado beso en el vientre de Bella. — Te he echado tanto de menos que me parece mentira que este contigo.

Bella suspiró audiblemente y sin que le diera tiempo a decir nada Edward reclamó su boca en un beso hambriento, sujetándola por la nuca, entrelazando sus dedos en su pelo, tirando ligeramente de él, haciendo que el interior de Bella se derritiera cual helado a pleno sol de Agosto.

Bella deshizo la toalla alrededor de Edward y comenzó a acariciar su pecho, recordando cada porción de piel, subiendo sus manos hacia el cuello, atrayéndolo hacia ella para no perderse ni un segundo de su contacto.

En cuestión de segundos el ritmo de todo el acto cambió. La necesidad de uno sobre el otro se hizo patente. Edward caminó hacia la cama arrastrando a Bella con él.

—No hay problema en que lo hagamos ¿no?— Edward le preguntó cauto, su embarazo hacía que se tomara las cosas con más calma. Se sentó al borde de la cama.

—No…—Bella rió. —Solo el volumen nos va a hacer cambiar las posturas…— Se puso a horcajadas sobre él y besó su cuello con complacencia. — Y todavía no es para tanto ¿no?—Edward sujetó su cara y la puso de frente para negarle y despacio atrapar sus labios entre los propios, besándole lento y profundo, haciendo que de los dos cuerpos escaparan gemidos suaves.

Bella comenzó a contonearse lentamente sobre Edward, sintiendo entre sus piernas la inminente excitación que le provocaba tenerlo cerca, y también su dureza que indicaba el estado en el que se encontraba también. Él apreció cómo la humedad se extendía por su miembro, conforme ella se movía sobre él, y se perdió en sus sensaciones.

—Te deseo tanto pequeña…—Le susurró contra el cuello, mientras dejaba húmedos besos por toda la trayectoria hasta llegar a sus pechos. — Estás tan rica…—Lamió su pezón y se regodeó en su respuesta, y en la risa de Bella, que había temblado con ese pequeño gesto de su lengua.

Edward volvió a lamerlo, y a besarlo; Bella se retorció de nuevo, apretándose más contra de la excitación de él. Estaba tan sensible, que sintió que contando solo con su destreza en sus pechos, podría llegar al orgasmo.

—Te alteras toda…gatita…

—No te puedes ni imaginar Ed…—Jadeó, rozando su más que húmedo centro contra él. — Entra en mi por favor…no quiero esperar más. — La fricción había aumentado, y Edward s sintió más que dispuesto.

—Levántate un poquito…— Besó su pecho y con las manos le ayudo a subir las caderas. Ayudó a que su erecto miembro se colocara en la entrada, excesivamente mojada, y Bella bajó para llenarse de él, dejando colgado en el aire un jadeo placentero, y sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo a pesar de las altas temperaturas del día.

—Si…—Bella se mordió el labio con fuerza. — Madre mía…no sé si aguanto mucho más…—Gimoteó con el segundo embiste.

—Bella…— Su jadeo contra los sensibles pechos, le traspasó la piel. Él sentía como las paredes de su vagina se estrechaban y masajeaban su miembro catapultándolo más allá de la realidad.

—Edward…—Era más una alarma que un gemido, indicaba por encima de todo que no podía contenerse.

—Gatita…—Contuvo el aliento. Bella volvió a moverse arriba y abajo, conteniendo la fuerza bruta de su orgasmo. —  Si…vente conmigo…— Era un mes entero sin estar dentro de ella, y en ese momento no había nada que les ayudase a ninguno de los dos a anclarse a la realidad, haciendo que ambos con un movimiento más explotaran en un orgasmo alucinante.

Continuaron moviéndose el uno contra el otro disfrutando de los espasmos deliciosos que coleaban de tamaña sensación.

Edward, sin la respiración controlada del todo, la sujeto contra su cuerpo y rodó sobre la cama, tumbándola de espaldas y poniéndose a un lado. Bella seguía con los ojos cerrados, dos perlas de sudor bajaban por su sien, y aguantó un suspiro cuando noto que él salía de su interior.

—Creo que voy a llorar. —Sollozó con una sonrisa en la cara. — Ha sido…abrumador…—Edward le miraba apoyado sobre su codo, y retirando el pelo que se pegaba a su cara por el sudor.

—Ha sido delicioso…rápido…pero delicioso. —Bella rió sonoramente y suspiró abriendo los ojos.

—Te quiero. — Los ojos chispeaban emocionados, y una lágrima se escapó de la comisura de uno de sus ojos corriendo a través de su sien.

—Y yo a ti preciosa. — Atrapó la lágrima con los labios y después los posó en su boca, dejando un beso tierno sobre ella.

—¿Sabes que la semana que viene nos dirán el sexo del bebé?—Le dijo Bella entre los besos que dejaba por su cuello

—Yo sé que es niña…— le devolvió muy seguro de su afirmación.

—¿Las drogas y los chamanes?—Preguntó burlona. —Si es así pasamos de la Eco, que al fin y al cabo no tiene que ser muy agradable para el bebé sentir ese chisme molesto captando imágenes.

—¿es malo para ella?—Saló del hueco de su cuello y le miró con el ceño fruncido.

—¿Y seguimos con ella?—LE sonrió. —No, no lo es, pero si algo incómodo, me dijeron. —Edward hizo un ruidito de disconformidad.

—¿Y esto de practicar sexo?, Es seguro ¿no?

—Leí que era bueno, el orgasmo libera endorfinas y el bebé siente la felicidad o algo así.

—¿En serio?—Bella asintió mordiéndose el labio, se veía tan inexperto en todo aquello que le provocó una enorme ternura. — Podríamos darle endorfinas cada dos horas, como si fuera una vitamina. —Bella rió a carcajadas. —Yo quiero que sea feliz.

—Tú  eres un golfo…—Le reprendió de broma.

Edward le besó de una manera húmeda y demandante, dejando que su mano vagara por sus pechos, acariciándolos con infinita ternura.

—Yo solo quiero que sea feliz. —Le dijo contra su boca.

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