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—En diez minutos tomaremos tierra, la temperatura en la isla es de 27 grados, el día es soleado. Esperamos que gocen de una gran estancia. Muchas gracias por elegirnos para volar, esperamos volver a recibirlos de nuevo.

La voz nasal de la  auxiliar  despertó a Edward del sueño profundo del que disfrutaba. Tras dos días de vuelo se encontraba sudado, mal oliente y cansado, muy cansado. L os aseos de los aeropuertos y del avión solo le habían garantizado una falsa sensación de limpieza durante unas horas.

Frotó sus ojos con fuerza y bostezó tapándose la boca. Se frotó la incipiente barba y miró por la ventana como el avión iba acercándose a tierra.

La chica que  estaba sentada a su lado se encontraba encandilada con el porte del apuesto fotógrafo, a pesar de que él se sentía para meterse en la ducha  sin quitarse siquiera la ropa, ella se relamía pensando en lo excitante que podría ser desnudarle  sin paciencia.

Edward la miró, y acostumbrado a su efecto en el sector femenino le guiñó un ojo. La respuesta esperada fue un aleteo de pestañas y una pose seductora dentro de lo que el cubículo del avión permitía.

—¿Has hecho el pedido de frutas Bells?— El enorme hindú, jefe de cocina, le habló antes de que abandonara la cocina.

—Correcto Ismael, mañana a primera hora llegará, —salió abatiendo las puertas que daban al restaurante, —Al igual que la corte completa de la revista de moda. —Susurró más para ella.

Las semanas siguientes iban a ser una locura, demasiados eventos y actividades concentradas en un mes.

—Por fin se han ido la familia Yury, estaban volviendo locos al personal. — Jasper le alcanzó antes de que saliera a la gran terraza del edificio principal.

—De veras que esos niños eran demonios. —Bella estiró el cuello haciendo sonar varias vértebras en un movimiento.

—Estás cansada. —Afirmó el encargado del personal y su mano derecha en el hotel.

—A partir de esta noche empiezo mis horas de yoga, y nada ni nadie lo va a impedir, mi cuerpo suena como un cacharro viejo.

—Te apoyo con eso, y más cuando ahora se presentan las semanas de la fama.

—No me lo recuerdes, espero que las modelos no sean tan estiradas como las francesas del año pasado. —Se sentó en una de las mesas a la sombra. Jazz le acompañó.

—Bueno…—Rodó los ojos . — …no esperemos menos y así la sorpresa será….¿buena?. —Sus palabras dudosas hicieron reír a la directora del complejo.

—Está bien, simplemente no esperaré nada, no prejuzgaré….según los cuatro acuerdos es lo mejor para llevar una vida sana.

—Ya, pero es imposible Bells, somos humanos. —Miró hacia el interior. — Te dejo, voy a ver a Fátima a recepción. —Besó su coronilla y abandonó la terraza,

Una imponente rubia aparecía en la terraza con una gran pamela y unas enormes gafas de sol.

—Buenos días Bella. —Se sentó con ella.

—Buenas tardes Rose…—Le miró sonriendo.

—Se duerme fenomenal aquí, no me extraña que no quieras volver.

Un camarero llegó con un desayuno completo y lo depositó en la mesa.

—Mato por un zumo natural, hoy toca…—Sorbió de la pajita. — Mango…delicioso. ¿Cuándo llegan los chicos de la revista?

—Mañana…—Bella respondió con tono cansado mientras pinchaba un pedazo de fruta.

—Parece que fuera una tortura… te lo planteé por tu bien…por el bien del hotel…—Dijo Rose molesta.

—Lo siento, no quería sonar así, estoy algo…cansada. —Frunció la nariz.

—Apenas duermes, desde lo que ese retrasado hizo…

—Déjalo, no lo menciones ¿sí?. — La chica del largo pelo castaño se masajeó las sienes con fuerza. — Yo te agradezco lo de las revistas, desde luego que si no fuera por esto no podría llevar a cabo la convención de yoga.

—Alice está encantada,  y a su jefa le pareció una idea estupenda, eso de poder fotografiar en escenarios reales es de lo mejor, y más cuando se les facilita este tipo de alojamientos. —Siguió comiendo fruta. — Nena, tienes que hacer algo…—advirtió su mejor amiga—no puede ser que tengas esa cara de molida a esta horas del día.

—Esta noche empiezo con el yoga. —El teléfono inalámbrico de encima de la mesa sonó. —¿Dígame?, sí, perfecto. No, con esa cantidad será suficiente, todas blancas, si .Gracias. —Colgó. —Te tengo que dejar, el deber me llama, he de hacer inventario en lavandería.

Edward salió de la habitación de hotel con una resaca de campeonato, era temprano y la chica seguía dormida, pero no acostumbraba a despertar con ellas, ni siquiera le gustaba dormir en la misma cama. El largo viaje  le había hecho caer como una piedra tras la cena , la fiesta y finalmente el escarceo sexual que había llevado a cabo con la chica que le acompañó durante las última dos horas de vuelo.

El teléfono  vibró en su bolsillo.

—¿Dígame?— Se puso las gafas de sol, parecía que el astro se hubiera empeñado en taladrarle el cerebro, una punzada le atravesó el cráneo.

—¿Edward Cullen?

—El mismo. — Contestó poniéndole ganas, era su trabajo lo que se jugaba  a través de esa línea, no podía dejar ver su situación matutina.

—Soy Alice Brandon, de la revista de moda…—Un pitido interrumpió a la chica.

—Sí, sé quién es, y sé cuál es el trabajo que  vamos a realizar, si me dice exactamente lo que quiere será lo mejor, siento ser tan cortante, pero mi móvil está a punto de morir, el tiempo es limitado.

—De acuerdo, entonces, solo decirle que esta misma tarde saldremos hacia la Isla de Pemba, donde está el Hotel en el cual nos alojaremos, le espero en el embarcadero de Zanzíbar a las tres en punto. — Edward pensó que la voz del otro lado era jovial, y daba la sensación de que su poseedora era alguien con demasiada energía para la sensación de pesadez que estaba experimentando en ese momento.

—Perfecto, allí estaré. —Colgó, el pitido de aviso de que el móvil quedaba sin batería se repitió tres veces, Edward observó como la pantalla quedaba negra. —Estupendo, ahora este se va a la mierda. — El no llevar reloj de pulsera, y depender del móvil para ello le dejó vendido en cuanto a la hora.

Caminó a paso ligero por las estrechas y sombreadas calles de la capital, hasta llegar al hotel donde estaba alojado.

En la recepción miró el enorme reloj que coronaba la estancia.

—¿Las doce?. —Se preguntó hastiado. El chico de la recepción le miró con una sonrisa enorme en la cara. —Habitación 18 por favor. —Le tendió la llave saludándole amablemente,

Ni siquiera se podía plantear una siesta en condiciones. Le hubiera gustado ir a ver la ciudad, siempre que llegaba a un sitio  nuevo intentaba conocer el lugar, le gustaba  perderse por la zona y tomar fotografías de lo que le llamara la atención.

Esta vez no iba a poder ser, su mente calenturienta le llevó por otro camino en cuanto el trasero de la escultural rubia que tenía por compañera de viaje, se movió delante de sus narices a la salida del avión.

Alice Brandon paseaba de un lado a otro del embarcadero, nerviosa, hacía veinte minutos que el fotógrafo contratado debería de estar allí, y no  aparecía.

—Señorita, debemos partir ya, no tenemos tiempo. —El encargado de guiar el barco a través de las aguas durante cinco horas hasta el destino se estaba impacientando.

—Un momento por favor, trataré de localizarlo. — Marcó por décima vez su número de teléfono.

—El teléfono al que llama…—Cortó furiosa la llamada, otra vez la voz informando de lo que ya se había enterado en las nueve llamadas anteriores.

—Maldito impresentable…—Bufó.

—Alice, me estoy mareando, necesito que esta barcucha arranque o el mar de fondo hará que vomite. —La rubia modelo se acercó hasta la pasarela de madera y le habló en un tono que a la pequeña responsable de la sección de moda le irritó.

—¡Tanya por favor no me toques las narices!—Le bufó.

Tras varios paseos más y otra advertencia del dueño de la embarcación, Alice se metió dentro, y con un bufido y el ceño fruncido tomó asiento. Todavía le quedaban cinco horas de trayecto hasta el destino, hizo varias respiraciones profundas para tranquilizarse, pero solo pensaba en coger a Edward Cullen y estrujarle el cuello hasta dejarle sin aliento. Nunca había trabajado con él, su jefa le había contratado  porque era de los pocos con prestigio que viajaban a cualquier lugar del mundo para hacer los reportajes.

Edward llegó al embarcadero y observó cómo a más de cinco kilómetros una embarcación se adentraba en el océano Índico, su embarcación.

—¡Joder!—Gritó malhumorado tirando el petate al suelo, eso sí, la mochila con las cámaras no las había soltado.

Se había quedado dormido, el chico de la recepción le había despertado justo a la hora que había quedado con la tal Alice. Respiró hondo y cogiendo el petate volvió sobre sus pasos.

En el embarcadero había  dhows pero le informaron de que hasta el día siguiente por la mañana temprano no salía ningún otro transporte hacia la isla. Se resignó y volvió al hotel para dejar sus cosas y esa vez sí, pasear por las calles de la ciudad.

Seis personas esperaban en la recepción, con enormes maletas y baúles. Sus caras eran de cansancio, cinco horas en barco y una en dalla, habían terminado con sus cuerpos cosmopolitas.

—Bienvenidos al Hotel Dreams, mi nombre es Bella Swan, soy la directora del complejo. —Tendió la mano a la pequeña chica, de mirada limpia, pelo castaño corto y peinado en un alboroto medido.

—Yo soy Alice, Brandon, encantada— Obviando la mano le dio dos besos a la joven que ostentaba tan enorme cargo, su apariencia sencilla y la sensación que le transmitió le dio la libertad inmediata de saludarle de una forma más cercana. — Ellas son Tanya y Victoria Denaly, nuestras modelos, y ellos Louis de maquillaje, Mike peluquería, y Christian, atrezo y vestuario.

—Igualmente. —La reacción no le sorprendió, Rose le había puesto en sobre aviso del trato de la encargada de moda de la revista de prestigio. — No les esperaba hasta mañana. —Saludó dando la mano al resto del grupo.

—Lo sabemos, pero hemos preferido acercarnos hoy para habituarnos al lugar, ¿Para qué pasarlo en Zanzíbar cansándonos por ahí cuando podemos hacerlo relajándonos en este paradisiaco lugar?— Hablaba rápido y contagió  a Bella con su energía positiva.

—Pero…—Bella contó al personal. —Esperaba a nueve. —Le miró de nuevo, y vio como la chica rodó los ojos.

—El fotógrafo se ha retrasado, espero que él si que esté aquí a primera hora de la mañana. — Trató de controlarse, iba a trabajar con él durante una semana, mentalmente se dio paz pensando en el trabajo tan bueno que iba a realizar en ese lugar paradisíaco y exótico.

—De acuerdo las cabañas están preparadas para ustedes…

—Tutéanos, debemos de ser todos de la misma edad.

—Muy bien…para vosotros entonces. —Corrigió Bella. —Un minuto por favor. —Se volvió al mostrador  para hablar con Fátima  que estaba a punto de recoger para terminar su turno. —¿Me puedes localizar a Jasper por favor?, y dame las llaves de la seis y la siete, la doce, trece y quince.

Las dos modelos, llenas de polvo por el camino que habían recorrido en el camión descubierto, se miraban aburridas, cansadas, con ganas de meterse en la cabaña y de estrenar los jacuzzis que les habían prometido que tendrían. El resto del grupo solo pensaba en ducharse y se sentían afortunados del lugar en el que iban a realizar el trabajo  de la siguiente semana.

Jasper apareció  detrás del mostrador con su sonrisa  y sus tranquilizadores ojos azules, con esa calma que parecía rodearle a pesar de los momentos tensos. Así se presentó ante el grupo de trabajo de la revista.

Alice dejó de respirar en el mismo momento que el jefe de personal entró en su campo de visión, algo en su cuerpo le indicó que no sólo había ido a aquella recóndita isla a trabajar.

—Soy Jasper Withlock. —Se presentó extendiendo la mano a la persona que más cerca estaba de Bella, por lo tanto la encargada del grupo. Esta, sin pasar por alto las señales que su cerebro le enviaba, ignoró su mano y se aproximó para besarle en la mejilla. Podría haberse confundido con el mismo gesto que había llevado a cabo con Bella, pero no era igual. Le besó dejando sus labios posados durante un par de décimas de segundo más, y dando más presión que en el anterior saludo. El corazón del rubio se aceleró al sentirla tan cerca.

—Alice Brandon. —Dijo mientras se separaba, siendo consciente de que su aliento llegaba a rozar la piel de su mejilla.

—Jasper os indicará donde se encuentran las cabañas, y os explicará los horarios de comidas así como actividades. Cualquier duda, por favor, preguntadme, si no estoy disponible, Jazz es mi mano derecha. Por cierto Alice, Rose se pondrá muy contenta de que estés aquí. Ahora está en una clase de yoga, en cuanto salga le haré saber tu llegada.

—Si tío, tenía diez llamadas suyas, solo espero que lo del trabajo siga en pie, dudo que hayan podido encontrar a otro fotógrafo para dentro de dos días aquí, en el culo del mundo.

Estaba tomándose una cerveza fresca en una terraza en la calle principal.

—Te pierden las nenitas Ed…si no te hubieras ido a meterla en caliente nada más llegar. — La voz al otro lado del teléfono  era guasona.

—No me jodas Em, bastante tengo encima  para que me putees.

—Sí, pero te has echado un polvo nada más llegar, batiendo records ¿eh?. —Una carcajada profunda inundó la línea.

—Esto es  el cambio de horario y tanto viaje, que me trastornó amigo.

De espaldas a Edward una rubia reconoció el cabello del apuesto chico que hablaba por teléfono, y no dudó en acercarse a él. Se colocó en su ángulo de visión y pasó, lento, su lengua por sus labios mientras le miraba descaradamente. El hombre que hablaba por teléfono le miró, dudó un segundo, pero en seguida  se dio cuenta que era la chica a la que había dejado, durmiendo desnuda, en la habitación esa misma mañana.

—Cariño…—Edward habló por teléfono.

—¿Cariño?—Emmet se quedó extrañado.

—Sí, te quiero amor, nos vemos en un rato. —La rubia frunció el ceño ante las palabras del atractivo chico que la madrugada anterior le había llevado a tocar el cielo con las manos. — En seguida. — Y mandó un beso  —Un minuto preciosa. —Apartó el móvil y lo apoyó en su pecho.

—Pero tío… ¿de que coj…— su amigo al otro lado no entendía nada.

—¿Cariño…preciosa?— La rubia escultural  se cruzó de brazos  y le miró con ira contenida.

—¿Lilian?, hola…—Edward puso una fingida cara de circunstancias. —Lo siento de veras, es…—Señaló el móvil. —Mi mujer, ha llegado a la isla hace un rato, está en el hotel esperándome.

—¿Mujer?—Parecía que sus ojos se iban a salir de las cuencas. —Ayer no la mencionaste…

—Perdona…lo de anoche…estuvo bien…las circunstancias… — Se encogió de hombros de forma inocente.

Ni siquiera terminó de hablar que Lilian se fue con paso acelerado calle abajo. Edward puso el teléfono en su oreja de nuevo.

—Eres un cabronazo Ed…—La risa de Emmet ,que había escuchado todo, invadía la línea. —Menos mal que me llamas poco, si no seguro que te dirigirías a mí como esposa sin más. — Emmet no sonaba molesto.

—No he tenido más remedio que hacerte pasar por mi mujer. — Edward controlaba la risa que amenazaba con brotar. — No me  iba a permitir perder el barco mañana, además, ¿dos veces con la misma chica?, no amigo, ese no soy yo…

 

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