_2.

Tara había empezado a odiar el momento de ir a dormir. Dos semanas llevaba rememorando una y otra vez la jodida noche en el club de los moteros.

Pensó que sería algo pasajero, una noche loca y punto, pero no era así. Incluso esperaba que al estar en San Francisco con su familia, por Acción de Gracias, la cosa se esfumaría, que quedaría como un buen recuerdo, no como una obsesión constante.

Su madre insistió una y otra vez en que estaba demasiado ausente para como era ella. Y si tenía que ser sincera, aunque a su madre ya le mentía sin pudor, era cierto. A cada momento recordaba sus manos en su cuerpo, su boca en su piel y se desvanecía, además de mojar sus bragas continuamente como si no tuviera control de esfínteres.

No había visto a Jax desde ese día. Tampoco es que hubiera paseado mucho por Charming, entre el trabajo, que se estaba complicando, y sus pocas ganas de socializar —para una vez que lo había hecho se había tirado al humano que se había prestado a ello—, pasaba las pocas horas libres en el diminuto jardín de su pequeño apartamento.

Había vuelto a fumar, “gracias rubito”. Tenía que echarle la culpa a él, ¿Quién si no robaba su cordura? Por lo menos solo lo hacía cuando estaba en casa, nada de tabaco mientras estaba en la guardería.

Apagó el cigarrillo en el cenicero de la mesa del jardín y cogió el libro del cual avanzaba apenas un par de hojas por hora. Si no fuera por su cerebro maldito que continuamente le preguntaba: ¿Qué estará haciendo?, ¿por qué estaba fichado?, ¿tendría a alguien?, ¿se acordaría de ella?, ¿la habría buscado?, ese libro se lo habría terminado hacía días.

Y con esas preguntas su mundo se desvanecía. Se decía que no podía pensar eso de una aventura nocturna con alguien que probablemente estaba acostumbrado a tenerlas, ese saber hacer a una tía no era innato, seguro. Pero algo por dentro se volvía soñador y se imaginaba que sí, que él pensaba en ella tanto como ella pensaba en esa noche.

—Soy tan jodidamente absurda —dijo a su reflejo tras lavarse los dientes.

Se tumbó en la cama y comenzó a respirar profundamente.

—Piensa en calcetines rojos, calcetines rojos, calcetines rojos… —comenzó con el mantra absurdo, ese que no funcionaba, de todas las noches, para evitar dejar entrar en su cabeza el cuerpo tatuado y definido que no le dejaba dormir.

***

Jax se dejó caer sobre el cuerpo cansado y sudoroso de Tara. Todavía notaba los espasmos de ambos entre sus piernas, seguía en su interior. Jadeó contra el cuello de la chica, sin poder evitarlo le pasó la lengua por una gota de sudor que recorría despacio la piel del mismo.

Tara se estremeció, su cuerpo estaba tan despierto a sus caricias que sintió hasta vértigo. Tenía sueño, estaba cansada, el alcohol empezaba a llevarla hacia los brazos de Morfeo, pero sus sentidos no estaban en la tesitura de dejarla.

Jax se incorporó para mirarla y le sujetó el mentón para quedar a la altura de su  boca.

—Eres una jodida diosa, forastera. —La besó en los labios y jugueteó con ellos unos segundos para terminar mordiéndoselos ligeramente.

Tara rió, exhausta.

—Clemencia, rubito, necesito dormir —suplicó entre risas.

***

Golpeó la cama con el puño cerrado.

—¡Oooohhhhh! —gritó—. Ya vale, jodida Tarada.

Se sentó en la cama, abrió el cajón de la mesilla y sacó la caja de valerianas. No le gustaba tomarlas, a pesar de ser naturales le sentaban mal y al día siguiente se sentía más adormilada de la cuenta, pero nada que no pudiera manejar. Sería peor no dormir.

Terminó su  jornada laboral. Había estado hablando con Rudy y la cosa no pintaba bien. Era su cuñada quien llevaba la guardería desde hacía ya quince años y hasta hacía poco había ciertos rumores sobre una venta de los locales de esa manzana a un constructor. En realidad desde que había llegado había escuchado todo aquello, pero no le dio importancia ya que nadie se la daba.

Bueno, había llegado el momento de dársela. Su trabajo corría peligro. Rudy había dicho que a su cuñada le estaba costando mucho resistirse a la venta, le habían subido la oferta y por detrás parecía ser que estaban presionando de una forma poco legal. Había cosas que no entendía en ese pueblo. Pero había cosas que Tara no quería saber, y menos cuando no estaban en sus manos.

Se montó en su moto, se puso el casco y vio como una mujer se acercaba a ella con un niño en brazos.

—Tara.

—Gemma, no habíamos coincidido. —Se quitó el casco de nuevo y se acercó a ella para besarle en la mejilla, había conectado con esa mujer—. Hey Abel, pequeño granuja. —Cogió su mano y se la besó. El niño de nueve meses había robado su corazón.

—Hace dos semanas no pasaste por la oficina cuando viniste a por la moto.

La mirada de Gemma le transmitió la sensación de que sabía algo más y controló su respiración, agradeció a la luz escasa que la abuela del niño no notara su posible sonrojo.

—Pagué a Opie.

—Sí, lo sé —le dijo y sonrió.

—Lo siento, llevaba algo de prisa, como nos solemos ver por aquí no pensaba que te iba a sentar mal que no entrara a la oficina.

—Y no me sienta, querida.

La mujer se sonrió de nuevo. Había sido testigo de cómo ella salió del club con una camiseta enorme que supo inmediatamente que era de Jax. Su hijo y  la profesora se habían acostado esa noche. Clay le dijo que se habían quedado en el club bebiendo los dos solos y supo que no había mucho más que decir al respecto, pero verla salir por la mañana le dejo literalmente boquiabierta. No esperaba que Tara, con lo dura que parecía de trato, se quedara a dormir con su hijo. Tenía más pinta de ser de las que volvía a su propia cama.

—¿Te parece si mañana me acerco a tu casa con Abel y nos tomamos un café? Tienes que empezar a relacionarte, Tara. Vives aquí.

—Si bueno, no por mucho tiempo, supongo —suspiró y se arrepintió en seguida de haber hablado de más.

—¿Qué pasa? ¿Te vas?

—No, no es nada. No hay nada oficial todavía.  —Trató de retroceder—. No pasa nada, Gemma.

—Bueno, ya hablaremos mañana. Prepara un buen café que yo llevo unos rollos de canela. Ahora te dejo que viene mi hijo a cenar a casa y tengo todo a medias.

No le apetecía cocinar, ni siquiera cenar, pero sabía que tenía que comer algo. Decidió pasarse por la tienda de Tom antes de ir a casa, tenía comida para llevar, casera y en su mayoría de Nueva Orleans, y estaba a muy buen precio.

Salió del establecimiento de Tom y metió el tupper, cubierto con la bolsa, en una de las maletas de cuero de su moto, cogió el casco y, antes de ponérselo, vio pasar tres Harleys, reconociéndolas de un solo vistazo como las que había visto en el taller aquella noche. Su corazón se puso como loco.

Las miró pasar despacio y uno de los moteros, con gafas de pasta negras y la media melena rubia saliéndole por debajo del casco, se la quedó mirando.

Tara se puso nerviosa, más todavía, cuando sintió el escrutinio del rubio. Se puso el casco sin mirar la dirección que tomaban las motos y se subió sobre la suya. No había arrancado y sintió el ruido bronco de una moto detrás de ella, cerró los ojos.

Pillada.

El rubio estacionó a su lado, se desabrochó el casco y se lo quitó. Su sempiterna sonrisa se amplió despacio mientras la observaba.

Tara se quitó el casco, mantuvo el tipo y le devolvió la sonrisa. Estaba todavía más bueno de lo que su mente resacosa recordaba. Incluso esas gafas, para conducir de noche, le daban un aire algo intelectual que chocaba con su forma de ser, a la vez que lo hacían más morboso, estaba enferma. Le dieron ganas de montarse a horcajadas sobre la Dyna y comérselo entero.

Jax carraspeó y Tara salió de su ensoñación.

—¿Tengo que ponerme a cubierto? —La sonrisa se volvió pícara.

—No voy armada, rubito —resolvió con soltura,  a pesar de saber que se lo había comido con los ojos y que le había pillado por su descaro.

—Definitivamente tu ropa no es tan cómoda como la mía. —Elevó las cejas y torció la sonrisa.

Tara no tuvo que atar muchos cabos para saber a que se estaba refiriendo.

—¿Intentaste meterte en mis bragas?

—Estuve dentro de tus bragas, forastera.

—Lo sé, fui yo quien se te folló sobre la mesa de billar, ¿recuerdas? —La chica elevó una ceja.

—Nunca lo olvidaré.

Se bajó de la moto.

Tara observó cada movimiento y él se puso a su lado, acortando el espacio entre ellos hasta que invadió por completo su espacio personal. El olor a tabaco y jabón le hicieron estremecerse por los recuerdos que evocó. El olor de la camiseta, que se había llevado esa mañana de sábado, se había desvanecido, pero eso era normal, olisquearla de vez en cuando y dormir otras veces con ella, era lo que conllevaba.

Ahora que ella estaba sentada en la moto él se veía mucho más grande, mucho más apetecible.

—Lo que me jode es haberme perdido el precioso espectáculo de tu cuerpo dentro de mis calzoncillos… —Jax le susurró agachándose y acercándose a su boca.

—Es una pena que madrugar no sea lo tuyo. —Elevó la cara y se acercó más a su boca, su cuerpo le estaba traicionando, tenía que frenar aquello si no quería ser responsable de que ambos terminaran en el calabozo por escándalo público.

—No te habría dejado salir de allí. —El labio inferior del rubio rozó el superior de Tara y esta quedó sin respiración dos segundos.

La chica tragó duro, carraspeó, obvió el trallazo de calor que desembocó en su sexo y se puso el casco.

—Nunca lo sabremos. —Arrancó la moto. Necesitaba salir de allí urgentemente.

—¿Te parece si intercambiamos teléfonos y quedamos algún día? —Jax habló por encima del ruido de la moto.

—No, no me parece.

Aceleró y salió del aparcamiento temblando por dentro. No podía ir más allá con ese chico, no estaba preparada para empezar a intimar con nadie, y menos si ese nadie era él. Le ponía del revés con solo unos minutos a su lado.

Una cosa era follar como descosidos durante una noche loca, otra muy distinta empezar a salir con alguien. Y mucho menos después de saber que su futuro en Charming era bastante precario.

Qué bien, ahora se estaba volviendo bipolar. Durante el trayecto a casa hubo una parte de sí misma que estuvo renegando con ella sin parar. ¿Por qué no le había dado el teléfono? La discusión consigo misma estaba resultando agotadora. ¿Por qué se lo había encontrado? Odiaba los pueblos, y eso hacía que le diera a  San Francisco algo de crédito, era muy normal no coincidir con alguien que no habías visto más que una vez, pero los pueblos… eso era otra historia.

Metió la moto apagada y marcha atrás para dejarla bajo el pequeño techo que su casa tenía para dejarla a cubierto ligeramente. Se quitó el casco, sacó la comida de la alforja y caminó hacia casa pensativa.

¿Por qué no podía dejar de sonreír? Sí, claro, entre todo ese momento de tensión había una gran satisfacción. Él también había pensado en ella. ¿No era estupendo?

Abrió la puerta de su casa y suspiró profundamente. No lo era, porque no quería estar con nadie y no se fiaba de nadie ni si quiera para empezar a tener unas citas al azar.

Todos parecían ser buena gente hasta que de repente las cosas se enturbiaban y, no se sabía cómo, la personalidad giraba. Lo había vivido con Joshua, no quería vivirlo nunca más. Relaciones sexuales esporádicas, perfecto, relaciones como tal: NO.

***

Jax se sentó en la cama con la espalda contra el cabecero de la cama. Cogió un cigarrillo y lo prendió.

—¿Quieres? —ofreció mirándola de arriba abajo y sonriéndose al ver una marca rosada al lado de su pezón izquierdo.

—Que putada, lo estoy dejando —rechazó resignada.

—No seré yo quien te tiente. —Le dio una calada profunda.

—Sí, claro, todos sabemos lo mal que sienta fumar después de follar. —Tara sonrió lánguidamente. Era una ventaja estar tan casada. Ni si quiera el olor del tabaco le estaba atrayendo.

—Yo no voy a discutir tal cosa —dijo a la vez que con su brazo izquierdo la atrajo hacia su cuerpo.

—Ey… Ey… —Tara se apartó y él le miró frunciendo el ceño.

—¿No te gusta la cercanía después del sexo?

—Eso grita intimidad, y no la hay.

—Sí, es cierto, me comes la polla, te como el coño, follamos como posesos… —Volvió a dar otra calada profunda y lanzó el humo a la habitación sonriendo y mirando al frente— los abrazos están a otro nivel ¿verdad, Tara?

Era la primera vez que le escuchaba decir su nombre y se estremeció de forma absurda, menuda tontería, supuso que sería por el  hecho de que  por un momento pensó que ni siquiera lo habría retenido cuando se presentaron. Ella solo se acordaba de Jax, y no le había llamado así en toda la noche.

—Lo están. —Se sentó en la cama y alcanzó la sabana para cubrirse el cuerpo, sentía el sopor del sueño y eso si que ya no tenía mucha vuelta atrás, le dio la espalda al rubio que seguía fumando—. Al sexo se juega. Los abrazos… —inspiró y soltó el aire en un suspiro—. Los abrazos se merecen, como la confianza.

***

Tara dejó el café sobre la mesa de la cocina y salió a abrir la puerta, era Gemma, lo sabía, y traía en sus brazos al adorable Abel.

—¿Qué tal tu sábado? —La mujer le pasó al niño y Tara lo cogió para hacerle una pedorreta en los mofletes.

—Sin novedad. Me he levantado tarde y he leído —o por lo menos lo había intentado, porque su mente le llevaba una y otra vez a la cama con el rubito y a cambiar la película dejándose abrazar por él. Estaba obsesionada y definitivamente se odiaba por haberse permitido esa noche.

—En serio ¿ni una sola vuelta por el centro? —Cogió una manta del sofá de Tara y le preguntó con la mirada, esta asintió y Gemma la tendió en el suelo, cerca de la mesa de la cocina, dejando varios juguetes encima—. Hay un mercado los sábados por la mañana.

Tara dejó a Abel sentado sobre la manta y el niño comenzó a jugar con unas piezas de goma de colores.

—Sí, me han hablado de él, pero no tenía ganas de salir. ¿Café? —Ante el asentimiento con la cabeza de Gemma, Tara le sirvió—. Si quieres leche hay en la nevera.

—Pues no te vendría mal ir al mercado —dijo la abuela del pequeño con la puerta del refrigerador abierto—. Seguro que si tu madre se entera del eco que hace tu nevera se viene a vivir contigo una temporada.

—Pues si eso la va a mantener alejada iré al mercado, ¿sigue allí? —Tara rió y Gemma rodo los ojos para unirse a sus risas.

—Solo está por las mañanas. Y ya me dirás que vas a comer tú estos días.

—Me ha sobrado comida de anoche.

—¿Para todo el fin de semana? —Sacó los rollos de canela que inundaron el ambiente de un olor dulzón y especiado, Tara se relamió.

—Bueno, ahora tengo rollitos de canela. —Cogió uno y se lo metió en la boca con deleite, cerró los ojos y murmuró una incoherencia por el placer que sintieron sus papilas gustativas.

—Lo sé, lo sé. Mi hijo es adicto a esto. —Se sirvió la leche en el café y cogió el azúcar.

—Yo también lo sería —dijo con la boca llena—. Perdón. —Tomó la taza para empapar el bollito.

—Pues bien, mañana te espero a comer en casa.

—¿Cómo? —Tara casi se atraganta con el café.

—No tienes con qué hacer una comida decente, tu madre estará preocupadísima si se entera que las dotes culinarias de su hija son las de la comida para llevar, y yo no puedo dejarte desamparada con la nevera de un soltero todo el fin de semana. Admito la pizza esta noche, o las sobras, pero ya vale.

Tara miró a la mujer con el ceño arrugado.

—¿Qué opinan en tu casa de las dotes de mando que tienes?

—Ay… nena, si no fuera por mí y mis dotes de mando. —Rodó los ojos.

Ambas mujeres se echaron a reír y Abel las miró de repente levantando la mano con un juguete, ofreciéndoselo.

—Que abuela más mandona tienes, pequeño bichito. —Tara se levantó para sentarse en la manta con el niño y admitir su ofrecimiento. Lo abrazó y hundió la cara en su barriga para hacerle cosquillas, a lo que el niño respondió con deleite.

Gemma sonrió al verla interactuar con el niño y sacó su teléfono móvil. No pasaba nada por atar ciertas cosas en corto. Había visto a su hijo algo más pensativo de lo normal y todo desde el sábado que vio salir a Tara del club. No estaba muy segura, pero en el club tampoco estaban las cosas tan revueltas como para andar como él lo hacía. Jackson estaba despistado, algo raro en él que siempre estaba pendiente de las cosas. Quizá estaba asegurándose una buena sucesión, no lo sabía, o quizá era porque con su hijo se le ablandaba el corazón.

Gemma terminó su café y se acercó a su nieto y a Tara después de hablar por teléfono.

—Si no te importa, va a venir mi hijo a por un parte médico para el seguro. Es de Abel.

—Oh, sin problemas. Mientras no se coma mis rollitos de canela.

Gemma rompió a reír pensando en lo que su hijo se comería si tuviera oportunidad de elegir en esa casa.

Volvieron a sentarse y la profesora sirvió más café, para acompañarlo de otro rollito más. El timbre de la puerta sonó y Gemma se levantó.

—Invítale a pasar, me da tiempo a guardar los bollitos. —Rió Tara y se agachó para hacer una monada al pequeño.

—Mira Jax, ella es Tara.

La voz de Gemma resonó en los oídos de la motera. ¿Había dicho Jax? ¿Era un nombre habitual por aquí?

Se dio  la vuelta y se quedó clavada en la silla de su cocina. El rubio, con un chaleco de cuero sobre una sudadera azul de capucha, sonreía de forma enigmática.

Ella estaba segura de que tenía la boca abierta. Desvió los ojos a la mujer que estaba ligeramente por detrás de él, y reparó en su sonrisa amplia y conocedora.

—Tara Knowles. —Jax lo pronunció despacio, como si degustara cada sílaba.

—Que coincidencia. —Se levantó e inspiró—. Te llamas como yo.

La chica no podía evitar sonreír. La sorpresa había sido grande, pero no podía negarse a sí misma que verle hacía que su cuerpo reaccionara por sí solo.

Jackson negó, bajó la vista al suelo, sonriendo, y le miró directamente.

—¿Os conocéis? —Gemma cogió a Abel del suelo y se acercó a Jax. Este le tomó el relevo a su madre y abrazó al pequeño mientras le besaba en un moflete.

—Campeón, mira que amigas más interesantes haces ¿eh? —Le hizo una carantoña y el niño rió.

Tara había escuchado a Gemma pero no podía dejar de mirar a su hijo mimar al niño. Ya no solo su cuerpo y su sexo reaccionaban a ese motero, un aleteo interior le alertó a los segundos de reconocerlo.

—Tara estuvo arreglando la moto en el taller —admitió Jackson soslayando a la chica y sonriendo para volver a jugar con Abel.

La aludida asintió, miró a Gemma, una vez pudo despegar los ojos de Jax, y la abuela del niño hizo un gesto de obviedad.

—Lo sé, pero no sabía que os conocierais, le atendió Opie.

—Mamá… —Jax la miró, ladeó la cabeza y elevó las cejas en un claro gesto de “déjalo estar, por favor” — ¿Me das los papeles que me has dicho?

—Sí, claro… —cogió su bolso y rebuscó en él— Vaya, me los he debido de dejar en casa al salir, estaba convencida… —Puso las manos en sus caderas y chasqueó la lengua fastidiada—. Que despiste, hijo.

—Si… —asintió y miró a su madre, si no la conociera diría que podría pasársele, pero a Gemma Teller no se le pasaba una.

Jax besó a su hijo y se lo dio a la supuesta mujer del despiste, que olió el pañal del niño e hizo un aspaviento.

—Voy a cambiarle, ¿Acompañas a la puerta a Jax, Tara?

La chica, que no salía de su asombro, asintió automáticamente. Esa mujer mandaba más que un coronel.

Siguió al chico hasta la entrada observando sus andares desgarbados, con sus pantalones caídos y su espalda del chaleco con las mismas letras y dibujos que había visto en el bar esa noche. Era todo un macarra, pero como le ponía ese macarra.

Jax salió de la casa y se dio la vuelta.

—Has cogido esa tendencia escapista como una muy mala costumbre. —Asentía con la cabeza sin dejar de sonreírle medias.

—¿Tú crees? —Se apoyó contra el marco de la puerta de su casa y cruzó los brazos bajo sus pechos.

—Hace dos semanas desapareciste como el hada de los dientes. —Se mordió el labio inferior, cada gesto de ese hombre la ponía en una muy mala situación interna, todo era munición para su maldito y obsesionado cerebro.

—Pero con resaca.

—Y dejándome unas bragas y un sujetador para mis…

—Ya , ya…  —Movió la mano izquierda con la palma abierta hacia arriba y cerró los ojos—. Ahórrame los detalles.

—¿Seguro? —Se acercó a ella, peligrosamente.

Si ese tío seguía invadiendo su espacio personal iba a derrumbar sus barreras de un plumazo. Miró hacia atrás esperando que Gemma apareciera, o algo, pero le dio en la nariz que esa mujer no iba a salir para despedirse de su hijo.

—¿Eres amiga de Gemma? —Preguntó en un susurro.

—Soy la profesora de la guardería de su nieto —contesto en el mismo tono, sin mover su posición ni un milímetro. Le encantaba su olor.

—De mi hijo.

Tara abrió la boca, era una estúpida, ¿Cómo no había caído antes? Abel Teller. No es que se acordara del apellido exacto del rubio, pero si solo hubiera atado cabos en vez de dedicarse a masturbarse pensando en lo que era capaz de hacerle ese macarra a su cuerpo…

—¿Crees que podríamos quedar algún día? —Jax se apartó un poco para darle espacio, entendió que la reacción de ella significaba que no se esperaba que él tuviera un hijo.

—¿Para hablar de Abel? Ven a la guardería en horas estipuladas, no tengo problema —evadió astuta.

—No para eso. Ya sé que hay horas para hablar del niño. —La miró serio.

Era la primera vez que lo veía con ese  gesto tan rotundo.

—¿Para qué quieres quedar? —entrecerró los ojos.

—Para conocernos… más. —Metió las manos en los bolsillos de su holgado pantalón y se balanceó adelante y atrás desde sus talones, su cara adquirió un gesto pillo, con una sonrisa insoportable para la cordura de ella—. Me apetece saber qué tal te manejas lejos del billar… y de una cama.

Tara levantó una ceja, mitad dolida por rechazar el sexo con ella tan a la ligera, y mitad agradecida por el interés. La realidad de su vida y sus miedos arrasaron con esas dos sensaciones.

—No sé, —dudó—. Me lo pensaré.

—Ya sabes dónde encontrarme, y a través de quien. Estoy seguro de que mi madre te dará mi teléfono sin ningún problema. —Miró por encima del hombro de la chica al interior de la casa y gritó:— ¡Adiós, mamá! —Caminó hacia la moto aparcada en la acera.

Tara no podía dejar de mirarlo, sin decir nada. Ese tío se estaba colando en su vida, en su cuerpo, en su… Mierda, estaba jodida.

Jax se dio la vuelta y le guiñó un ojo.

—Tengo un hijo guapísimo ¿verdad?

La morena se sobresaltó al escuchar a Gemma tan cerca. La miró y vio como esta, que tenía en brazos al pequeño, observaba al rubio sacar la moto.

—Sería absurdo negarlo.

—Y en la cama debe de ser muy bueno.

Tara tragó saliva, podría responder con  lo mismo, de hecho su interior así se lo decía pero ¿admitírselo a su madre? Era, cuanto menos, bizarro.

—No cuentes conmigo para comer mañana. —Se dio la vuelta y se metió en casa.

—¿Por qué? —Gemma la siguió y dejó a Abel jugando de nuevo en la manta.

—No me apetece, de verdad que te agradezco la intención y el papel protector que quieres desempeñar conmigo…

—¿Tuviste algún problema con Jax?

—¿Qué? —La chica contrajo el gesto—. No, no es eso.

—Vamos, Tara, te vi salir la mañana del sábado del club, con su camiseta puesta.

Tara se derrumbó en una de las sillas de la cocina.

—¿En serio? —Enterró la cara en sus manos—. Joder, esto es bochornoso, odio los pueblos, definitivamente. —Le miró a la cara entre los dedos y murmuró:— Si al final voy a volver a San Francisco cantándole alabanzas.

—¿Estás pensando en irte? ¿Es eso?

—Gemma… —Negó mientras se quitaba las manos de la cara y comenzaba a jugar con la taza vacía de café—. Yo no quiero irme, pero la cosa en el trabajo se está poniendo fea.

—¿Qué problema hay? —Se acercó a ella y cogió su mano deteniendo el movimiento nervioso con la taza, Tara la miró a la cara.

—Parece ser que van a vender la finca donde está la guardería, mi trabajo se termina aquí.

—Pero… ¿No hay una reubicación?

—Para las chicas que llevan tiempo ocupando las plazas de la guardería sí. Yo estoy cubriendo una baja y mi puesto no va a ser reestablecido. De hecho, las chicas van a otras guarderías con las que están haciendo tratos para trasladar a los pequeños.

—No tenía ni idea. Soniah no me había dicho nada. —El disgusto en la cara de su única amiga le hizo saltar.

—Por favor, Gemma, no hay nada firmado. Es un rumor de peso, y parece ser que se hará realidad, pero no hay nada oficial. No puedes decir nada.

—Qué manía les ha dado en este pueblo con construir en fincas habitadas. Esta gente de la construcción es un verdadero coñazo.

Tara se encogió de hombros.

—¿No puedes esperar a buscar un nuevo trabajo? ¿Estás tan mal aquí?

—No es eso. Este apartamento lo pone la guardería. —Gemma echó un vistazo alrededor y asintió, con razón era una caja de cerillas—. Si se me termina el contrato me quedo con poco más que un sueldo, el cual no me da ni siquiera para poner una fianza al alquiler de otro apartamento. Creo que me toca volver a casa.

Era viernes, estaba agotada. No solo era el trabajo de la semana, darle vueltas a la situación actual de su vida le machacaba el cerebro.

No quería volver a casa, a San Francisco, pero no tenía otra opción. Era lo que tenía vivir al mes y no tener nada ahorrado, o lo que era lo mismo, lo que  huir de su ciudad natal, tantas veces como había terminado en un trabajo, le había aportado. Siempre dar un dinero para los pisos, vivir al límite con el sueldo y, si tenía que volver a empezar, tirar de lo poco que conseguía ahorrar. La opción de volver a casa no existía para ella, pero ahora se hacía tan real que se sentía agobiada.

El domingo había ido a pasear con la moto por los alrededores de la zona y así despejarse. No fue a comer a casa de Gemma, pero no se libró de la comida que le trajo para llenar casi por completo la nevera, esa mujer tenía complejo de nonna italiana.

En ese momento estaba comiendo una pasta riquísima que había calentado en la zona del office mientras los niños estaban en la siesta. El móvil sonó con un mensaje y Tara o abrió.

“¿Cenamos esta noche, forastera? Jx”

Era el tercer mensaje de Jax intentando una cita con ella. Estaba segura de que Gemma le había dado el teléfono. Inspirando contestó que no tenía tiempo y lo envió.

Sus negativas a los mensajes no eran, para nada, categóricas. Y lo sabía. Pero es que no quería serlo porque en el fondo había algo que no le dejaba tirarlo todo por la borda. Y estaba empezando a odiar esa parte del fondo que no cerraba esa maldita puerta. ¡No podía empezar a salir con nadie!

—¿Tienes un momento, Tara? —Soniah entró en la salita donde solían comer y la mencionada asintió, dejando el plato a un lado y limpiándose la boca con la servilleta de papel.

Entró en el despacho de la jefa y se sentó ante una señal de la rubia.

—Supongo que ya has escuchado los rumores, ¿verdad? —Su jefa se veía preocupada, el ceño arrugado le indicó a Tara que no estaba llevando nada bien el proceso en el que estaba metida.

—Si —asintió resignada.

—Entiendo que esto es una faena para ti que acabas de comenzar, —al decirlo suspiró profundamente, como si ella lo sintiera realmente y Tara no dudó que así fuera—. Pero no me queda otra que vender.

—Cada uno vive sus circunstancias, Soniah. No tienes por qué darme explicaciones, —le respondió agradecida.

Sabía que las cosas no habían ido como ella quería, era lo que tenía el pueblo, los rumores corrían como la pólvora y, además, Rudy ya le había dicho que su cuñada había hecho lo imposible por no vender y resistirse.

—Me alegro de que lo comprendas, me haces un favor si no pones ningún problema para rescindir tu contrato.

—No quiero problemas, y os habéis portado muy bien conmigo. Tampoco quiero causarlos.

—Ojalá hubiera alguna plaza para ti en las guarderías que están reubicando a las chicas. Créeme que si la hay no voy a dudar en avisarte.

—Te lo agradezco —admitió con una sonrisa sincera.

—En el apartamento te puedes quedar todo el mes que viene, por las molestias.

—Eres muy amable, de todas formas…

—No, quédate. Si quieres dejarlo en cualquier momento me lo dices, me llevas las llaves a casa y asunto zanjado.

—¿Cuando se cierra la guardería?

—A finales de la semana que viene —acompañó sus palabras con un suspiro de resignación—. Lo sé, es demasiado rápido para todos. Creo que he hecho mal resistiéndome tanto. Ahora solo son prisas.

—Estabas luchando. —Alargó la mano por encima del escritorio y se la sujetó con fuerza a su jefa, reconfortándola. Ella le devolvió el apretón.

—Gracias, Tara.

La morena le dio una sonrisa asintiendo.

—Pero no todos los padres están avisados —dijo recordando las palabras de Gemma.

—Si, a día de hoy todos lo están.

Llegó a casa, se dio una ducha y se puso la camiseta, ya limpia, de Jax y sus bóxers. Era algo absurdo, pero le reconfortaba estar dentro de esa ropa. El teléfono sonó y su madre habló al otro lado de la línea.

—¿Qué tal, cariño?

—Bien… —respondió dudosa, sabía que no podía ocultarle eso a su madre, tenía que decírselo, ya valía de mentir.

—¿De verdad? —De repente el radar de su madre se había activado, algo en la inflexión de su voz le habría delatado.

—Bueno… Se me terminó el trabajo aquí.

—¿Pero, cómo es posible?

La conversación se convirtió en un enfado de su madre para dar paso a la solución evidente.

—Pues vente a casa, hija. No haces nada allí.

—No sé, mama. —Salió al jardín y encendió un cigarrillo—. Quizá en estos días encuentre algo.

—Pero si no vas a trabajar de lo tuyo puedes venirte para que tu tía te de trabajo en su guardería. —La voz de su madre no admitía réplica, de hecho tenía ese tono de “¿estás atontada que no te das cuenta de lo que estás diciendo?”—.  No entiendo por qué esa negativa a volver a casa.

Tara se pasó un rato hablando con ella sobre las ganas de estar a su aire, vivir por su cuenta y arrepintiéndose por dentro de sus repentinas ganas de dejar de mentir a su madre en estas situaciones.

—Pero si nadie te dice que vivas con nosotros, podrías estar aquí el tiempo que necesites hasta que consigas tu propio apartamento.

—No me apetece vivir en San Francisco, mamá.

—Y hablarías con Joshua, hija. —Tara se quedó estática cuando su madre le cantó, de repente y haciendo caso omiso de sus pocas ganas de ir a vivir allí, lo mejor de su posible traslado, según ella—. Que no está con nadie, y yo creo que todavía te quiere.

—¡Mamá! No quiero ni oír hablar de él.

—¿Por qué, Tara? —El tono denotaba que no entendía su negativa absoluta a contactar con él—.  Fuisteis buenos amigos antes y tuvisteis una relación de dos años, que cabezona eres.

—Dejé de quererlo, mamá. El amor se terminó — Y se convirtió en miedo.

Se metió en casa, se tumbó en el estrecho sillón y colgó el teléfono después de varios “te quieros” y besos a su madre.

Cerró los ojos y escuchó sus tripas rugir de hambre. No había terminado de comer la pasta al mediodía y la conversación definitiva con su jefa le había cerrado el estómago.

Sonó el timbre y Tara se incorporó. No esperaba visita, pero solo podía ser una persona, y esa mujer iba a mirarla muy raro si la veía con la ropa de su hijo. La puerta volvió a sonar.

—¡Voy! —Gritó y miró a los lados nerviosa.

Entró en su cuarto a toda prisa y se puso una sudadera fucsia, dos tallas más  que la suya que usaba a modo de bata y que le cubría hasta la mitad del muslo, y se subió la cremallera.

Cuando llegó a la puerta y abrió se quedó clavada en el sitio.

Jax, con una bolsa de plástico en la mano y una sonrisa que quitaba la respiración, estaba parado delante de ella.

—La cena. —Elevó la bolsa y ladeó la cabeza, mirándola de arriba abajo y mordiéndose el labio inferior.

—¿Qué haces aquí? —Tara no sintió pudor ante su mirada, él la había visto completamente desnuda.

—Me has dicho que no tenías tiempo para cenar y todo el mundo cena por las noches, da lo mismo si lo hacemos por separado o nos juntamos en algún sitio. Puesto que no ibas a venir a mi casa he pensado en hacerlo en la tuya.

Era absurdo negarse, Tara lo sabía, quería que entrara, le apetecía pasar un rato con él. Tenía que entrar en la habitación y cambiarse de ropa, no  pretendía que él intuyera que iba completamente vestida con la suya.

—Adelante, rubito. Más te vale que hayas acertado con la cena. —Le franqueó la puerta.

—¿Si no lo he hecho me lo vas a hacer pagar? —La miró ladeando la cabeza y sonriendo mientras pasaba a su lado.

—Ya te gustaría.

Ambos rieron y ambos pensaron en esa “no apuesta” saldada sobre la mesa de billar. Tara sintió el calor arremolinarse en su vientre, escucharle reír otra vez hacía estragos en ella.

Jax dejó la bolsa en la mesa de la cocina y comenzó a sacar un tarro de guacamole, nachos, tacos variados, enchiladas y alegrías de postre. Tara miró toda la comida mientras ponía dos cervezas frías en la mesa.

—¿Te has traído todo el stand del restaurante? —Se sentó con una pierna debajo de su trasero, aunque quisiera y lo intentara con intensidad no podía dejar de mirarlo, ¿qué le pasaba con ese chico?

—Por si acaso —elevó los hombros y arrugó la bolsa de plástico dejándola encima de la mesana de la cocina.

—Odio la comida mejicana… —Lo miró directamente a los ojos y observó la sorpresa en ellos, su boca, carnosa y rosada, se volvió una línea fina y apretada mientras su ceño se fruncía.

—Que putada.

Tara no aguanto más que un par de segundos y sonrió.

—Es mentira. Me encanta, pero eres bastante arriesgado. —Abrió el guacamole y metió el dedo índice para llevárselo a la boca y probarlo. Asintió mientras lo paladeaba.

—Bueno, podría haber traído pescado crudo, eso sí que sería arriesgado. —Se sentó en la silla opuesta a la de Tara, justo enfrente.

—¿Quieres un vaso para la cerveza?

—No, gracias.

De repente el estómago de Tara se quejó audiblemente haciendo que Jax se riera.

—Menos mal que me tienes para calmar tu bestia interior. —Con un nacho, el rubio, cogió una parte de guacamole y se la llevó a la boca, masticó y fue torciendo la sonrisa haciendo de su gesto uno mucho más salaz.

Tara entrecerró los ojos. Ya sabía él muy bien a qué bestia interior se refería, y estaba claro que no era a la hambrienta de… comida.

—Siempre tengo a mano algo para picotear… Me suelo quedar bastante saciada. —Hizo lo mismo que él con un nacho y saboreó el sabor a aguacate con la lima, otra vez.

—Yo he decidido que prefiero saciarme contigo. —Agarró un taco y le dio un buen mordisco—. Me gustan tus dotes culinarias.

—Mira, rubito… —Apoyó los codos en la mesa, cogió una enchilada y antes de morderla respondió:— Deberías reservar, quizá encuentres todo ocupado.

—Llevas mis calzoncillos —afirmó con un gesto de obviedad.

Tara boqueó, y quiso que la tierra se la tragara. ¿Por qué no se los había cambiado?

—Tengo toda la ropa sucia. —Lo miró retándolo.

—Seguro. —Ladeó la cabeza, subió las cejas y sonrió despacio, sin creerse nada de lo que le había dicho.

Siguieron comiendo y ambos se miraron durante por lo menos un par de minutos.

Tara apenas se había sonrojado, era bastante dura, pero él ya se había dado cuenta de eso la noche que se habían conocido. Era bastante rápida contestando y no parecía amedrentarse por nada.

—¿Por qué no esperaste a que me despertara el sábado? —Jax mordió su taco y masticó mirándola, esperando respuesta.

Tara terminó su bocado, despacio, a la par que le mantenía la mirada. Con ese chico siempre le daba la sensación de que había un reto sobre la mesa.

—No soy buena compañía con resaca —resolvió y se limpió la boca, cogió la cerveza y le dio un trago largo, inclinando la cabeza hacia atrás, saciando la sed que los nervios la estaban provocando.

Jax volvió a mirar su cuello y quiso lamerlo y mordisquearlo. Estaba duro, pero era algo que sabía que iba a pasar. Durante todos esos días pensar en ella lo tenía en ese estado. Verla vestida tan cómoda con las piernas a la vista y descubrir sus calzoncillos, solo lo habían subido a un nivel superior.

—¿Llevas bragas debajo de mis bóxers?

Tara tragó deprisa y echó la cabeza hacia delante, sintiendo como una ligera tos hacía que se lanzara algo de cerveza fuera de su boca.

—¿Perdona? —frunció el ceño.

—Joder… No puedo dejar de preguntármelo. —Se terminó el taco y bebió cerveza, indiferente.

—¿Llevas mis bragas encima?

El motero dejó la cerveza en la mesa y cruzó los brazos por encima de esta. Tara no pudo evitar mirar con deleite los antebrazos que la camiseta blanca, de manga corta, dejaba ver.

—¿Y qué si así fuera?

—Por si están limpias… para poder ponérmelas bajo tus calzoncillos. —Comió otro bocado de enchilada—. No tengo ropa limpia, ¿recuerdas?

Jax se carcajeó a placer y negó una y otra vez con la cabeza.

—¿Tienes más cervezas?

—Claro, en la nevera.

Miró como él se movió hasta el refrigerador y su interior se regodeó.

—No me importa que me mires así, pero me gustaría más si lo hicieras cuando te tengo de frente.

—También lo hago —respondió deprisa.

—No tan descarada —dijo mirando al frente  y captando el reflejo de Tara en el cristal de la ventana.

—Pillada. —Se rió y bebió otro trago de la botella—. Saca otra para mí, por favor.

Dejó el botellín en frente de ella y esta vez él se sentó en la silla al lado de la morena.

—No te rindes ¿verdad? —Lo miró directamente.

—Tus negativas son evasivas, no eres tajante. —Bebió un trago corto y se acercó a la cara de la chica, entrando en su espacio personal —.  El sexo fue cojonudo y además lo pasamos bien. ¿Por qué tendría que rendirme? —. La punta de la nariz de Jax tocó la de Tara y este jugueteó con ella.

El tiempo se ralentizó, las respiraciones de ambos se hicieron más pesadas. Tara se separó ligeramente de él pero no despegó sus ojos de los azules del chico mientras los de él iban y venían de su boca a los verdes de ella.

Jax se acercó un poco más, acortando otra vez la distancia escasa que había entre ellos, le bajó la cremallera de la sudadera, la llevaba cerrada hasta el cuello y hasta a él le dio calor. Rozó los labios entreabiertos de la chica y ambos soltaron el aire que habían retenido sin darse cuenta.

El móvil del motero vibró en su pantalón. Y cuando Jax paró de hacerle cosquillas con su boca, Tara parpadeó sin entender.

—Joder… —susurró y dejó un roce incendiario en la boca de la chica que inspiró y cerró los ojos, sin saber si era por la salvación de lo que venía o  por la frustración de lo que no tendría.

Se levantó de la silla, sacó el móvil y miró la pantalla, se disculpó con la mirada y salió de la casa con un gesto que así lo indicaba.

Tara escuchaba el murmullo de su voz mientras dejaba caer la cabeza entre sus brazos, sobre la mesa.

—Joder… Eres buena evitando la cercanía con este tío. Te vas a quemar del todo, jodida Tarada —susurró para sí.

Se incorporó, miró alrededor, como si estuviera algo perdida en su propia cocina, y se lamio los labios, todavía sentía un placentero hormigueo. Como había deseado que le besara.

Bebió cerveza y observó la entrada de Jax en su casa.

—Tengo que irme, lo siento.

Tara abrió los ojos sorprendida.

—Vale, ¿es Abel? —preguntó, de repente preocupada.

—No… No. —Se acercó a ella, que se había puesto de pie reaccionando ante la preocupación del niño, y acarició su mejilla con los dedos, suavemente y sonriendo.

—De acuerdo. Perdona, no… No suelo ser tan entrometida. —Se miró las manos, nerviosa por su reacción.

—Tranquila. Espero que termines de cenar.

Ella asintió y comenzó a caminar con él hasta la puerta.

—Bien, pues… —Tara comenzó a hablar cuando él ya estaba fuera y en realidad no sabía que decir.

—Esto no queda aquí. —Se acercó a su cara dándole un pico rápido—. Espero que seas consciente de eso —murmuró cerca de su boca y acto seguido posó sus labios sobre los de la chica, los movió despacio y los abrió, provocando que ella también lo hiciera, lamió con la punta de su lengua la de la chica, que había salido a su encuentro, y le dio un pequeño mordisquito, para luego hacer lo mismo con su labio inferior.

La mano de Jax sujetó su cara con ternura y se separó de ella, rozando con la punta de su nariz la de la chica.

—Nos vemos —susurró y se separó de ella sin dejar de mirarla.

Se sonrieron y ella negó sin perder de vista como se daba la vuelta y caminaba, con esa forma tan desgarbada y casi despreocupada,  hasta su moto.

—¡Estás preciosa con mi ropa! —gritó cuando se montó.

Tara se miró a sí misma y se dio cuenta de que llevaba la sudadera abierta hasta la mitad y las letras de la camiseta asomaban de forma traidora por ella. Se rió a carcajadas, con ese chico las cosas nunca salían como ella quería, se toco los labios sin dejar de sonreír  y se metió en casa.

 

_3.

17 comentarios en “_2.

  1. Hola!
    Ains, Tara! Q estás cayendo!
    Se te ha olvidado el trabajo, que no querías relaciones… Pq sé q no solo es por la comida mexicana q sino…
    Me hace mucha gracia el juego de palabras con su nombre, pero es q está Tarada por Jax 😉
    Gemma me mete respeto. Sabes q apenas sé 4 cosas de la serie pero uno de ellos es crucial y que la mujer controle todo el cotarro… Pq no da puntada sin hilo! Lo tenía todo calculado y no tuvo reparo ninguno en hacerle saber a Jax dnd vivía Tara.
    El jugueteo de no y sí que se traen (más bien por parte de ella) me encanta pq él no se rinde y va a ver temita para rato 😀
    Voy leyendo muy lento. Pero ahí voy :p
    Gracias por la historia.
    Bikos

    Le gusta a 1 persona

  2. Jajaja!!! entiendo que te enfades, pero cuando ves la serie te das cuenta que Jax siempre está yendo a los sitios y con el teléfono jodiendo… es el vicepresidente…

    Me gusta

  3. Oyoyoyoyoy me he quedado con la misma sonrisa tonta en la cara!
    XD
    Ains…
    Y digo yo… Quien cojones ha llamado a Jax???
    Como le coja le meto el movil por el culo, hombre ya… Que la pobre Tara va a tener un calambre en el chichi de la frustracion!!
    Jeje
    Voy a por el siguiente 🙂

    Me gusta

  4. Jajajajajajajaja, qué me meo de la risa con la suegra…. Que huele a coño? Como me gustária ver SOA, después de esta aclaratoria ya entiendo más de lo que va Jax. Disculpa que no había visto tu coment nena. A ver cuando nos regalas algo mas de este par, besos

    Me gusta

  5. y que no se me olvide, me alegro de que hayas pillado a Gemma tal y como es, porque amiga lo que es es por muy de buen rollo que nos vistamos. Me ha encantado que la hayas pillado al vuelo. 😉

    Me gusta

  6. Hola hermanita de mi vida y de mi corazón y ni que decir del alma. Entiendo que lo de la mafia te haya dejado con la boca abierta. Yo creo que ya estoy curada de espanto con esta serie, claro el haber visto seis temporadas hace que cuando escucho amis vecinas iniciar la fiesta me den ganas de bajar con un arma con silenciador a matarlas a todas, bien, esto indica el nivel de belicosidad que tolera mi sistema después de SOA: alto, muy alto. Supongo que esto es como todo, cuando lees continuamente hots llega un momento que lo normalizas ¿no? te lees una novelita romántica sin más y se te queda le cuerpo como cuando comes mayonesa light… en fin, que me vooooy amiga, jajaja!!
    Eres consciente que aquí puedes entrar a leer cuando quieras ¿no? que no hay una máquina donde fichar. Vamos que aunque me digas martes hay martes todas las semanas, sabes a lo que me refiero loca de mi colina.
    Me alegro de que te guste y en parte reconoces bien el sexappeal de Jax, porque el tío es sexy y duro pero parte de esos dos caracteres reside en que es malote, aunque en realidad el es buenote dentro de los malotes, pero bueno, eso no lo voy a explicar, Jax habla por si solo y lo que quiera mostrarnos… Y si, Tara debería huir, pero… caer en las redes de este hombre ains… que me embalo y empiezo a hablar de la dicotomía que esta mujer debería de tener en su mente… pero me meto en berenjenales y no puede ser, ya veremos si aquí se da o no…
    Que no me enrollo más que ya sabes que NO me gusta hablar.
    Besoides amor!!

    Me gusta

  7. Por Dior bendito!!! nena como me tienes con esta historia y eso q no he visto la dichosa serie!!! Jax está para comérselo y esos besos regados de mordisquitos me ponen cardíaca, y ya ves tu q no ha habido sexo del bueno y del sudoroso en este capi mas q los recuerdos de Tara (que no sabes como la entiendo pq si yo tuviera la suerte de follarme a este ejemplar no solo estaría las 24 horas del día recordándolo sino que hacia una pancarta de las mías y q se enterara toda la ciudad, jajajaja)
    La suegra me provoca una sensación rara, por un lado me hacen gracia los comentarios y la energía q desprende pero por otro me da un poco de grima q sea tan entrometida y manipuladora. No sabria decirte ahora mismo si estoy a favor o en contra de la suegrita, necesito mas información.
    Lo que le comentabas a Cleo sobre la mafia me ha dejado muerta!! Yo no lo sabía, pensaba q eran macarras de tres al cuarto pero vaya… wow!! estoy por meter la cabeza dentro de la pantalla y chillarle a Tara q se aleje de él por muy buen follador que sea,me da muy mal rollito esto de que se vaya cargando gente estilo mafioso… aunque es inegable el atractivo extra de saber q es uno de los malotes y q es capaz de dar esos besos tiernos y sexys a la vez. Joder soy bipolar no hay quien me entienda!!!! jajajajaja
    Bueno nena, que el comentario te lo iba hacer el martes y ya estamos a jueves y seguia el capi en la carpeta de pendientes… soy de lo peor.
    ;il gracias por seguir publicando y compartiendo con nosotras tu talento, ya sabes q soy tu fan numero uno. Hasta el proximo.
    Te quiero Tata!!!

    Me gusta

  8. Si. En realidad como esto ha surgido de las ganas de que haya más chicha entre Tara y Jax, pero de un comienzo diferente, sin pasado común, la idea es que SOA siga teniendo sus negocios turbios, sin meterme para nada en describir las situaciones de mafia que se viven, porque para eso ya tenemos al Sutter, ¿no crees? al Cesar lo que es del Cesar.
    Y no entiendo otra manera de describir a Jax, creo que tengo un punto de vista objetivo, eso es indudable, jajaja!!! hasta un tío podría decir lo que yo digo sin mancharse, jajajaja!!! En fin, que se me ve el plumero y noooooo lo voy a evitar.
    Y no solo te dejo promocionar la historia en una página de SOA, te lo agradezco, además de uqe eres muy libre de hacerlo. Pero aunque no lo voy a dejar, no soy de sacar cosas a la palestra sin tener un final en mi cabeza -no me gusta y me crea una obligación tensión loca ne mi cabeza- se que va a ir lento, y más si cada vez que saque capi va a contar con alrededor de 20 páginas, así que, mientras eso quede claro, no hay problema 😉
    Las tecnologías despiertan nuestro amor/odio… yo odio escribir comentarios largos desde el móvil porque una llamada me jode el asunto y luego me reboto una barbaridad…
    Besoides y graaacias!!

    Me gusta

  9. Hola guapa!
    Ufff me encanta ¿ya te lo había dicho? por lo que le cuentas a Cleo, veo que vas a seguir un poco el tema de la serie con el club, respecto a sus actividades ilegales.
    Esa forma de describir a Jax… se nota que nos lo estamos comiendo en cada capi.
    Como siempre esa chispa tuya y tu forma de escribir me tienen embaucada.
    Esa Tara parece tener un ex muy parecido al de la historia real ¿me equivoco? y las artes amatorias de las que tanto presume su mami parecen haberla hecho rendirse a sus pies, pero él no parece haberse quedado atrás.
    Muy buen capi.
    No lo dejes por favor, y me gustaría preguntarte si me dejarías promocionar tu historia en una página de fans de SOA. Ya me dirás algo.
    Besos.
    (que sepas que escribí un comentario muuuucho más largo desde ipad, pero es una aplicación que me lleva desde facebook a este enlace y siempre funciona mal y se perdió ajjajaja pero bueno, este es más corto pero te dice lo mismo)

    Me gusta

  10. Claro, hay cosas que al no ver la serie no se entienden y te quedas un poco ¿Qué? No es raro que Jax tenga continuamente llamadas de teléfono y tenga que irse a la de ya. El club de moteros en realidad son una mafia que trafican con armas y si tienen que cargarse a alguien lo hacen, así que siempre está liado y desapareciendo. Y Gemma, esa abuelita estupenda, en los primeros capis de la serie entró a la habitación de Jax y soltó «Esta habitación huele a calcetines sucios y a coño» y acertó, porque Jax acababa de follar con una allí. Así que ya sabes que no es una suegrita al uso 😉 Gracias por tu comentario y tu tiempo por aquí, solete!!! BESOIDES

    Me gusta

  11. Joderrrr, que impertinente ese movil, quien llamaría? Entre la llamada y la madre, ya esta hecha Tara, suegrita que se gasta, es que la pobre esta pillada por todos lados, eso que la suegra te diga que de seguro su retoño es un buen follador???? Mi suegra me dice algo asi y me desmayo, que momentazo épico, jajajaja, me imagino la cara de circunstancia de Tara. A ver como se va formándo esta historia que ya me trae chiflada. Besos nena

    Me gusta

Deja un comentario