Jadeos con sabor a limón.

Pues ya salió el fallo del jurado del concurso «Ayquegusto», y mi relato ha sido el más compartido en las redes, 75 veces ni más ni menos. Gracias a aquellos que lo hicisteis. Aquí os dejo el enlace y el relato.

fallo del jurado

jadeos

Jadeos con Sabor a Limón.

Entro en el portal con Sophie y le tiendo las llaves, llevo las manos ocupadas con las flores y las bolsas del mercado. Sí, me compro flores todas las semanas, es una costumbre que he visto en las películas desde que era una niña y me parece genial. Me siento como Carrie, la de Sexo en Nueva York. Además, vivo en la misma ciudad, tengo un buen sueldo y me lo puedo permitir, pero eso hace que si voy sola no pueda abrir el buzón. Para eso, hoy, está Sophie.

—Dame, ¿esperas algo importante?

—No, pero si hay publicidad quiero sacarla porque si llegara algo importante no entraría.

Veo como ella, mientras yo llamo al ascensor, se pone  a buscar mi nombre entre los buzones.

—¿En serio? —alza la voz sorprendida.

—¿El qué?

—No puede ser —habla para ella misma, pero su voz retumba en el portal.

—¿Qué pasa?

Me acerco.

—¿Ryan Castle es tu vecino?

Me mira con asombro y algo… ¿sonrojada?

—¿Quién? —Frunzo el ceño, no tengo ni idea de por quién está preguntando.

—Joder… Él es… ¡Es él! —susurra, y miro el buzón donde, efectivamente, pone Ryan Castle, un vecino al cual no conozco, como a la mayoría—. No puede ser —niega con la cabeza y me mira—. Es…

—¿Quién coño es? —alzo un poco la voz algo irritada porque no sé qué le pasa—.  ¿Alguien de la facultad? ¿De tu instituto? ¿Algún ex tuyo?

Me tiene en ascuas, si no llevara las manos ocupadas le daría un bofetón,

—No… Es el actor porno —susurra y mira a los lados con una sonrisa de desquiciada.

—Sophie… ¿Qué me estás diciendo?

Me quedo de piedra, ¿un actor porno?

—Olivia… Que tu vecino es Ryan Castle —lo suelta así como si acabara de descubrir la penicilina, y sale disparada hacia el ascensor, con una sonrisa bobalicona en la cara.

—¡Eh! El buzón —reclamo.

Se mete en el cubículo de metal, que dado el edificio moderno es amplio, y yo la sigo con las manos llenas.

Subimos a casa mientras mi amiga hace pequeños aspavientos y se muerde los labios varias veces. Yo simplemente la ignoro porque creo que ha perdido la cabeza, ni siquiera me acuerdo de qué estábamos hablando antes de todo el drama de los buzones.

Tras abrir la puerta Sophie va directa a la mesa del salón, donde tengo mi ordenador portátil y lo enciende; yo la ignoro, a la vez que pongo los ojos en blanco y me voy a la cocina a ordenar la compra.

Salgo al salón con el jarrón lleno de agua donde he colocado las margaritas blancas, me encantan, son como muy chics y campestres a la vez. Hoy me siento sencilla.

—Aquí está —dice sin apartar la mirada del ordenador.

—No me jodas que estás viendo porno en mi ordenador. ¡Sophie! ¿Tú sabes la de virus y mierdas que puede traer eso?

Me pongo muy nerviosa porque es mi ordenador del trabajo.

—¿Pero es que no tienes antivirus? —me lo pregunta pero en realidad ni me mira, ni parece que le importe mucho, a juzgar por el tono de su voz.

—Sí, lo tengo, pero seguro que los pornovirus lo deshacen. En serio, si no sabes lo que estás haciendo te rogaría que no tocaras nada.

Echo un vistazo, sé que mi amiga es consciente de lo que valoro mi portátil, y sé que no es ninguna estúpida con la informática, de hecho sabe más que yo. Cuando miro por encima de su hombro me encuentro con un tío que está para tragárselo a palo seco, en plan tequila pero sin sal ni limón.

¿Ese es mi vecino?

—Tu vecino —dice y se retira para que lo vea.

Se le ve un tipo alto, por lo menos eso parece ya que las caderas están por encima de la encimera de esa cocina. Lleva unos vaqueros claros que le quedan de morirse, tiene pinta de tener un buen culo, aunque no se lo veo tengo un sexto sentido con los traseros. Los brazos son fuertes y los tiene pintados, con un tatuaje colorido en el derecho, que le cubre el antebrazo y se pierde bajo la manga de su camiseta, y el izquierdo, algo tribal y en negro sube desde su muñeca hasta el codo. Tiene el pelo alborotado, pero como si fuera con premeditación; y la sonrisa, junto con sus ojos azules, me dejan completamente KO. Ni que decir de esa mandíbula angulosa y marcada, y la barbita de un par de días…

¿Quién me iba a decir a mí que la barbita me iba a gustar? Si la he odiado en todas mis parejas, pero es que a este tío le queda de fábula.

—No me digas que no está buenísimo, y eso que es una foto. Espera y verás, a ver si encuentro una que vi hace dos semanas.

—¿Pero es que tú ves porno? —le pregunto asombrada, despegando los ojos de ese hombre que está en la pantalla de mi ordenador, al lado de un frutero lleno de limones, para mirarla y ver que está  fijándose en el chico, con el labio inferior entre sus dientes y una mirada lasciva.

—¿Es que tú no? —cuestiona, y me mira como si a mi cabeza le hubiera salido una antena.

—Pues… no, no está entre mis programas habituales.

—Aunque sea de vez en cuando no viene mal para complementar a todos esos amigos a pilas que tienes en el cajón.

—No me lo había planteado…

Mi cabeza traicionera y perra vuelve a mirar al chico del ordenador. ¡Qué bueno está, por Dior! Quizá tenga que empezar a ver porno, claro que… si es mi vecino esto podría ser contraproducente, ya que si me lo encuentro en el portal seré el primer caso de muerte súbita por sonrojo.

—Déjame buscar la peli, y tranqui —me dice mirándome de repente—, no pienso quedarme a verla contigo. Esto en la intimidad o con un tío, que luego nos ponemos tontorronas y a ver quién te aguanta después, eres capaz de dejarme de hablar.

Lo que me dice me convierte en estatua de sal, porque no me parece que lo haya dicho de coña, y no quiero ni preguntarlo ni pensarlo.

He terminado de cenar y me dispongo a leer un rato; mañana solo tengo que pasarme por la revista porque me he dejado el móvil —sí, soy un desastre—, y el resto del día me quedará libre para trabajar en casa.

Estoy leyendo Yo también lo Siento, menos mal que por fin lo han traducido, porque lo del español y yo es una relación complicada. No entiendo qué fuerza mayor me hizo dejar la lectura a medias justo en ese momento, no pienso leerlo desde aquí, así que retrocedo y  me leo el polvazo desde el principio, porque yo lo valgo.

Estoy realmente acalorada cuando ellos terminan y sin embargo mi cuerpo me anuncia que yo apenas acabo de empezar. Lo peor es que no he podido dejar de imaginarme a mi vecino en el papel de Robert, ha sido muy intenso y mis bragas están pagando el pato.

Dejo el libro a un lado y bebo un gran sorbo de agua para ver si me relajo un poco, pero mi ordenador me está mirando fijamente. Exacto, no penséis que estoy loca, me mira y me habla con la mente, o con su disco duro. Quiere que lo encienda para ver a mi vecino. ¿Quién soy yo para contradecir a una máquina? Soy de letras.

Me levanto y lo pongo sobre el sofá, lo enciendo y al abrir internet me encuentro que justo ahí está la peli que Sophie me ha dejado.

Es casi mecánico, mi mano se acerca al ratón y le doy al play… Hasta me pongo nerviosa.

Hay una chica leyendo sentada en una de las sillas altas alrededor de la isla central de una cocina preciosa, no hay gemidos ni nada, aunque claro, sería la leche que los hubiera si todavía no han empezado a follar. Todo parece muy suave, incluso hay una música de fondo, como si Kenny G hubiera prestado su saxo para la peli…, qué elección de palabras… Creo que estoy sobre analizando la historia, no hay nada de malo en ver porno, Sophie admite que lo ve, y yo leo erótica, ¿qué diferencia hay?

De repente la pantalla capta mi atención porque entra él, se le ve de espaldas y sin camiseta, con unos pantalones vaqueros oscuros colgando de su pedazo de culo, que parece digno de rivalizar con un cascanueces de titanio; y esos brazos tatuados, el del derecho le llega hasta el cuello; y la espalda… Por todo lo más sagrado cómo me gustaría poder arañar esa espaldaca a mis anchas.

De repente paro el vídeo. ¡Madre mía!, todavía estoy a tiempo, si me lo encuentro alguna vez moriré, lo sé, él me lo notará y entonces no será suficiente con morir, me suicidaré una vez muerta. Pero bueno, no lo he visto en dos años que llevo viviendo en este piso, ¿voy a ser tan oportuna de que me pase en estos días? No sé cuánto tiempo hace que vive aquí, la verdad, pero en general no veo a muchos vecinos.

No me lo voy a encontrar, y si lo hago, seguro que ya se me ha olvidado la clase de pelis que protagoniza. Sí, seguro. Aparto ese pensamiento de mi mente y miro la pantalla de nuevo.

Vuelvo a sentir ese cosquilleo agradable en el culo y le doy al play para ver otra vez al tipo, que me he estado imaginando durante mi lectura, acercarse a la chica del libro. Es rubia y tiene unas tetas bastante grandes, por cierto, y se le salen de la camiseta porque está cortada en exceso, claro que si supuestamente está en su casa puede vestir lo que quiera, yo llevo una camiseta rota también, aunque no tanto, ya que no se me salen los pechos, pero…

Madre mía…, mientras divagaba él se ha acercado y está tocándole los muslos desnudos con una suavidad y una lentitud que me está poniendo cardiaca, se acerca a su cara y juega a besarla y a apartarse. Retozan con sus bocas para terminar besándose en serio, me sorprendo porque no esperaba encontrar mucho morreo en el porno. Obvio sus bocas, que la de él me hace querer ser ella —pero sin ser grabada, claro—, para mirar como los dedos largos acarician el cuerpo de la chica, suben hacia arriba y pasan por encima de su sexo tapado por un culotte. Ella abre las piernas, mostrándolo y dándome un primer plano mientras gime, a la vez que  él aprieta y se detiene un par de segundos, porque esas manos completamente eróticas siguen arrastrándose hasta sus enormes pechos que ya están fuera de la prenda de algodón más absurda de la historia del cine, no diré porno, porque es mi primera incursión.

Se escucha una especie de gruñido bajo por parte de él, y mi sexo se ha encogido de gusto, creo que está preparado para una buena sesión de ducha con happy end. Aprieto mis piernas y me erizo cuando un latigazo delicioso me recorre entera. Él sigue lamiendo los pezones, y los míos se han puesto tan duros que pueden cortar cristal.

¿Esperaba excitarme con esto? Pues la verdad, no lo había pensado, pero me encuentro muy acalorada y algo cardiaca.

Gira a la chica y la encara, se mete entre sus piernas y la pega a sus caderas agarrándole del culo, la coge y la sube a la encimera, besándola otra vez —¡cuánto beso y cómo me gusta!—, y se despega para quitarle las bragas mientras ella soba por encima del pantalón lo que se intuye como un gran paquete.

Por Dior… estoy temblona y acalorada, un cosquilleo se ha instaurado por mi trasero pero es mucho más pronunciado en mi coño…

Y no lo evito, cuando veo cómo él desciende la cabeza para colarse entre las piernas de la chica mi mano vuela hasta mi sexo, lo aprieto por encima de la ropa y un trallazo de placer me atraviesa de parte a parte.

Por todo lo más sagrado, el plano de él mirándola y comiéndole con cara de vicio no tiene precio, es muy erótico, es tan caliente que tengo una necesidad creciente de ir hasta el buzón, comprobar su piso y presentarme en la puerta sin bragas, me daría igual que viviera con su madre, en estos momentos lo quiero a él entre mis piernas.

Mi mano ha franqueado ya la barrera de mis pantaloncitos y  me toco con la misma cadencia que su lengua lame y golpea el sexo húmedo de la chica. Estoy tan excitada que creo que no voy a durar nada, porque soy muy permisiva conmigo misma, pero parece ser que él no, y deja de lamerla y de penetrarla con los dedos. Yo paro, porque estoy en sintonía, y entonces él, con toda su altura, su cuerpazo y su culo, que ahora veo porque se ha quitado los pantalones —por favor ese trasero merece una oda y, sobre todo, un mordisco por mi parte—, se yergue y coloca las piernas de la chica alrededor de su cintura.

De repente, en primer plano aparece su polla, o su pollón más bien. Tremendo trabuco erguido que me ha dejado con la boca abierta… No hay mucha dilación, pasea la cabeza brillante y rosada por el sexo húmedo de la chica y en dos pases entra dentro, haciendo que la chica tire al suelo los limones que no me había dado cuenta de que había en la encimera. Yo aprieto mi sexo echando de menos algo que evidentemente nunca he tenido, pero lo anhelo con esa fuerza que la excitación provoca. Completamente nublada por la lujuria y movida por su imagen potente empujando dentro de la chica, mientras los músculos de su espalda se marcan y el culo se le aprieta en cada embestida, me corro sin piedad, ahogando mi grito con los labios cerrados con fuerza y perdiendo la imagen de ese dios del sexo, porque los ojos se me cierran, me lo imagino a él dentro de mí y añado un dedo a mi interior que sé que no hace justicia, ni para empezar… Pero mi orgasmo me atraviesa con fuerza y me escucho murmurar su nombre.

Madre mía…, estoy jadeando, sudorosa, deshecha en el sofá y completamente sorda. Voy tomando consciencia de la situación y saco mi mano de las bragas, quiero ir a darme una ducha, pero me tiemblan las piernas, y cuando el sonido empieza a instaurarse en mis oídos escucho los jadeos de la chica. Giro la cabeza y veo como ese tío, que debería estar prohibido para el mundo, empuja una y otra vez mientras que con el pulgar acaricia el sexo de ella.

Joder, ¿esto me convierte en una voyeur? ¿Soy de verdad una mirona que se excita viendo como follan los demás? No, ¿no? Esto es prácticamente como leer erótica, pero en imágenes. Claro que cuando leo un polvo reconozco que además de excitarme lo que más me gusta es el después, las reacciones y todo lo que han sentido. Bueno, ahora no puedo cuestionarme lo que ellos están sintiendo, desde luego que lo están pasando mejor que bien.

Apago el vídeo y cierro el portátil. No me extraña que ella esté como una loca, ese chico sabe lo que se hace y se está aplicando muy bien.

Pensaba que el porno era sexo loco y sin sentido ni previos, y lo que acabo de ver no ha sido más que un polvo con todo detalle, incluso quién sabe si no acabarán susurrándose palabras bonitas y de veneración como Robert y Abril…

Dejo caer mi cabeza en el sofá y cierro los ojos, necesito una ducha antes de dormir, y creo que fría, además tengo que pedir a las fuerzas del destino que no me encuentre jamás a ese hombre en el portal.

No me puedo creer que mi móvil no esté en la oficina ¿Dónde lo he metido? Estoy atacada, pero sé que tengo que tranquilizarme, buscarlo en los lugares que ayer no miré, pensando en que estaría en el cajón de mi escritorio en el despacho, y encontrarlo porque no he podido perderlo.

Miro en el buzón y saco toda la publicidad que Sophie se dejó, escucho pasos detrás de mí, me vuelvo y veo a un mensajero que sale del ascensor con un paquete en la mano. Me da los buenos días, se pone a buscar en los buzones y, mientras yo no he abierto todavía mi buzón, la puerta del portal se vuelve a abrir, oigo los pasos llegan hasta nosotros.

—¿El paquete es para Ryan Castle? —dice una voz a mis espaldas.

—Así es —contesta otra voz.

No les veo porque estoy tan metida dentro del mío que la portezuela y mi posición no me lo permiten, pero mi vergüenza se ha puesto en estado de alerta.

—Soy yo, buenos días.

Siento que me muero. ¿No podíamos haber esperado a encontrarnos dentro de un par de años? ¿Ha tenido que ser precisamente hoy cuando tengo que verme cara a cara con el señor culo poderoso que arranca jadeos con sabor a limón?

Saco la publicidad, cierro mi buzón y me vuelvo dispuesta a saludar y lanzarme cual kamikaze al ascensor, a ser posible a la velocidad de la luz. Pero las cosas no suceden como en mi cabeza y mi vecino, lo sé porque no va vestido de mensajero, está tapándome el acceso.

Un momento…, este señor de gafas que ronda los sesenta años no es el Ryan Castle que anoche hizo delicias con mi mente.

8 comentarios en “Jadeos con sabor a limón.

  1. de momento eso nunca se sabrá(aunque la historia inicial fraguada hace más de seis meses el chico en cuestión es de verdad su vecino), a no ser que mi tiempo me permita terminar el que tengo pendiente y pueda ponerme a alargar la historia 😉
    Besoides cuchu. Y creo que esto me lo comentaste en el post de facebook, por eso te suena.

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  2. Ana, Te mereces ese premio y muchos más, no sé porque pensé que te había dejado coment, pero en fin, me encantan tus relatos, lo sabes, y ahora recuerdo haberte comentado que si el video dejado por la amiga era de unas décadas atrás o simplemente tenían los nombres idénticos y eso suele pasar.. un beso cuchu y sigue dándole al teclado… que le das muy bien.

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  3. Como te digo que me gusto mucho tu relato, siempre me divierto mucho leyendo tus historias Anaidam.
    Felicidades por el premio, muy bien merecido lo tienes.

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  4. Enhorabuena por ese merecidisimo premio. Ya sabes que me encanta la historia y la manera tan auténtica que tienes de contarla. El regalo de colar YTLS es algo a lo que aún no me acostumbro, se me escapa un jadeo cuando lo leo.
    Gracias por seguir deleitandonos con tus relatos y esa mente maravillosa. Eres grande nena!!!

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  5. Ay lo que me ha gustadoooooooo 😀 😀 😀
    Y aqui, en tu casa, te digo que lo siento en el alma y no es porque te quiera que te adore, pero me gustaba mas el tuyo que el que ha ganado… modo sinceridad total ON
    De cualquier forma, un segundo premio no esta mal… 😉
    un besazo con sabor a cafe (que es lo que me acabo de tomar) hermosa ❤

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